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PARTE HISTóRICA

Según la versión o hipótesis del sabio

antropólogo Belisario Díaz Romero, fun–

dada en datos y deducciones de positivo

valor científico, los aymaras, de indudable

procedencia asiática, habrían invadido cual

un torrente devastador los dominios del

imperio tiahuanaquense, destruyendo su

capital y exterminando a sus habitantes o

reduciéndolos a la esclavitud, como pro–

cedieron muchos milenios más tarde, en

los siglos .XIII y XIV de la era cristiana,

sus congéneres de las hordas mongólicas

de Gengis Khan y Tamerlán, en el Asia

central y la Europa oriental.

Establecidas las tribus aymaras ( "jaya–

maras", gentes de remota procedencia,

gentes antiguas) en la altiplanicie y en el

contorno del lago Titicaca, habrían exten–

dido luego su dominación por los cuatro

puntos cardinales organizando un podero–

so imperio que verosímilmente abarcó ma–

yor extensión que el posterior del "Ta–

huantinsuyo" de los incas. Lo prueba el

hecho de perdurar hasta hoy los antiquí–

simos nombres con que los aymaras desig–

naron los lugares ocupados por ellos, así

como la innegable influencia del habla

aymara en la lengua de los pueblos some–

tidos, que después recobraron su autono–

mía; influencia que se nota desde más allá

de la línea ecuatorial en el N. (Popayán,

Pasto, Cundinamarca en Colombia) hasta

las pampas de Tucumán, Salta y Catamar–

ca, en la República Argentina y el río Maule

("Mauri"), en Chile.

La circunstancia de no haber sido los

aymaras los autores y protagonistas de la

admirable civilización de Tiahuanacu no

les resta mérito ni gloria en su esplendo–

roso pasado, ya que el mayor conocimien–

to de la proto-historia americana nos de–

muestra la gran participación que les cupo

en la creación del imperio de los incas,

cuyas avanzadas instituciones político-so–

ciales fueron tomadas con certeza de las

antiguas costumbres aymaras, incluyendo

la agricultura, el régimen comunitario de

los ayllus, la domesticación de ciertos ani–

males como la llama y la alpaca, etc. Por

otra parte, está probado el estrecho paren–

tesco de aymaras y quechuas y su proce–

dencia de un tronco común.

Cabe referirse en este punto a las tan

discutidas

chullpas,

monumentos funera–

rios o viviendas de los antiguos aymaras,

de que éstos mismos no pueden dar una

versión exacta. El origen y significado de

la palabra misma son desconocidos; indis–

tintamente se califica hoy de

chullpa

a la

momia que se encuentra en las excavacio–

nes de estos gentilares, como a las construc–

ciones de barro con mezcla de paja y pie–

dra plana que han resistido y resisten aún

la injuria de los siglos.

Las

chullpas,

¿fueron sepulturas o vi–

viendas de los primitivos pobladores del

altiplano? ¿En qué época fueron edifica–

das? Preguntas difíciles de responder con

precisión; empero, por el hecho de haber–

se hallado en el subsuelo de estos monu–

mentos verdaderos enterratorios de momias

en cuclillas y envueltas en esteras de paja

trenzada, con multitud de utensilios de co–

cina, joyas, juguetes y adornos de plata,

oro y bronce, se puede suponer que se tra–

taba de criptas o monumentos funerarios,

destinados a los cadáveres previamente

embalsamados de jefes ilustres de la tribu

y sus familiares íntimos. También es ad–

misible la hipótesis de que hubiesen servi–

do de refugios y viviendas, por lo menos

temporalmente y en casos de gran peligro,

puesto que dichas construcciones se levan–

tan por lo regular en las faldas de los ce–

rros y en sitios dominantes y estratégicos;

sin que sea posible confundirlas, no obs–

tante, con las fortalezas mismas o

pucaras,

construídas en sitios más elevados todavía

y en forma de terraplenes y murallones de

piedra, con capacidad para varios cente–

nares de guerreros.

En la provincia Sicasica existen vanos

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