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leyenda dan cuenta de que fueron los aima–

ras los primeros pobladores de este distri–

to, cuyas excepcionales condiciones para

la crianza del ganado (llamas y alpacas),

y el cultivo de algunas plantas, entre ellas

la papa, les permitieron arraigarse a la tie-

Un cuadro religioso en la iglesia de Santiago de Huata.

rra, pese a la baja temperatura y los fuer–

tes vientos cordilleranos.

Estaban sometidos a la autoridad de los

Mallcus,

que eran los jefes superiores o jue–

ces, quienes formaban consejos destinados

a orientar el desarrollo y actividades del

ayllu.

En cuanto a su gobierno, procedían

de acuerdo a la tradición y costumbres.

Vivían en chozas de piedra de forma có–

nica y techos de paja; en pequeñas agrupa-

Cuadro religioso en la iglesia de Santiago de Huata.

ciones para defenderse de los elementos de

la naturaleza o de sus enemigos.

Su religión, eminentemente espiritualis–

ta, creía en un ser supremo, invisible y

todopoderoso, denominado

Huirajocha,

Pachacama

o

Can;

así como en las mani–

festaciones de su poder: rayo, trueno, nie–

ve, lluvia, etc. Tenían nociones relativas a

la inmortalidad Jel alma y practicaban el

culto a los muertos. Todas estas creencias.

a decir de Garcilaso, estaban presididas

por el totemismo.

Explotaban las minas y conocían el be–

neficio de algunos metales. Sus guerras,

por lo general eran originadas por prepon–

derancias familiares, agrarias o ganaderas,

habiéndose distinguido en ellas por sus

hazañas, jefes como

Cari, Zapana

o

Zapa–

lla.

Se tiene bien averiguado que el Im–

perio estaba ramificado y lo componían

diferentes pueblos, habiendo los Omasuyos

ccupado el sitio preponderante.

La civilización incásica, que es la que

después sometió a esta gran nación, tam–

bién tuvo su origen en este distrito, porque

Manco Capac y Mama Ocllu habrían emi–

grado de la isla del Sol.

Y fué el inca Maita Kapaj, después de

atravesar el Desaguadero, y de lograr fáci–

les victorias, quien incorporó una gran

parte de la nación aimara al floreciente

Imperio del Sol; empero en su avance ha–

cia Omasuyos, hubo de encontrar la más

enconada resistencia y enfrentar sus hues–

tes victoriosas a un ejército de 14.000 hom–

bres en las orillas del río Suches. La ba–

talla fué decisiva y sangrienta, habiendo

dado como resultado el sometimiento de

todo este gran pueblo, a condición única y

exclusiva de conservar su lenguaje, usos

y

costumbres, aunque en lo religioso, dentro

de las prácticas oficiales, debía rendir cul–

to al Sol, pues la

Pachamama

y

el dios

Pa–

chacama

siempre han ocupado

y

ocupan

aún el lugar p reponderante que la tradición

les asignó.

Incorporado este vasto distrito al Inca-

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