afluencia constante de peregrinos en rome–
ría de todo el Perú, Bolivia, la Argentina
y
Chile. La musa gloriosa de Calderón no
desdeñó cantar, en una de sus comedias a
lo divino, las maravillas de la imagen mi–
lagrosa de la Candelaria que en esta tierra
santa se venera. La escena pasa en parte
aquí mísmo, entre los conquistadores céle–
bres
y
los emperadores desventurados, al
son de músicas celestes que cantan en las
brisas del lago:
El que pone en María
las esperanzas
d.e mayores incendios
no sólo salva
riesgos de la vida
pero del alma.
Grata resonancia de estos cánticos subli–
mes tienen la "salve de bienvenida"
y
la
"salve de despedida", que en el Camarín
de la Virgen canta, en pro del viajero arro–
dillado, un coro pastoril de todas las eda–
des
y
ambos sexos acompañándose con el
órgano: plegaria de una dulzura afectuo–
sa, entre los acordes religiosos, esa nota
singularmente melancólica que caracteriza
las tonadas religiosas".
Algunos de estos cánticos dicen:
A tus pies ¡Oh, "madre!
llega un infeliz
cercado de angustias
y de penas mil ...
"Cuando entramos en el templo, eran
poco más o menos las diez de la noche.
Alumbraban débilmente la nave algunas
lámparas colgantes. Tan sólo nuestros pa–
sos turbaban allí entre las sombras el si–
lencio de las soledades de Dios. De repente
una música al parecer lejana, pero que
en algunas ráfagas aproximaban de cuan-
Balsas de totora
y
botes en el lago Titicaca, cerca a la capital Achacachi.
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