ga de un tractor, pisando los de atrás a los
de adelante, que se mantienen quietos hasta
que sobre ellos pase el último batallón;
palitos
o
charinas,
muy semejantes a un
palito negro, cuyas patas tiesas hacen de
ramitas secas cuando están quietos, espe–
rando que sobre ellos se pose un mosquito,
para atraparlo de un manotazo y devorarlo;
comejenes u hormigas blancas o
curumis,
que reducen a .polvo las maderas y cuya
hembra vuela muy alto para ser feGundada
por el macho más capaz de alcanzarla, y
cuando tal ha sucedido, todos los machos
se quitan las alas en tierra ; cucarachas o
sipis,
animalitos inofensivos para el hom–
bre, pero ávidos del pan, los dulces y fru–
tas que se guardan en la despensa; grillos;
langostas, que felizmente sólo se hallan co–
mo muestras aisladas en todas las vegas
transandinas del país;
saltamontes,
que,
en la hojarasca del suelo de los bosques,
hacen un leve ruido cuando se agrupan y
dan la sensación del paso taimado de un
felino; libélulas o
sejueriris,
útiles a la
agricultura por su afán de destruir insectos
perjudiciales, de los que se alimentan; uni–
cornios o
chicharras,
que aparecen especial–
mente en la época del maíz (enero-marzo) ;
cocuyos, con dos puntos luminosos sobre
sus ojos; luciérnagas; crisomélidas, de co–
lores brillantes en sus alas duras; hormigas,
de variados tamaños y diversas costumbres;
avispas, de varias clases, algunas tienen sus
nidos en forma de bolsas de cartón colgan–
do de las ramas, y quien las toque tendrá
que correr más aprisa que el viento, ante
la persecución de éstas;
piques
o
suttis,
bichos diminutos y terribles, cuya hem–
bra fecundada se introduce en la piel hu–
mana para crecer ahí como una perla co–
rriente produciendo fuertes escozores y
obligando a extraerla con aguja; abejas,
mariposas, etc.
Ya dentro de la zona boscosa del norte,
existen los mismos animales que en las ve–
gas, a los cuales se agregan el tigre, quizás
ya desaparecido de Yungas, desde hace _po–
cos años; la onza o
cholo,
felino menor que
el anterior y no tan atrevido como para ata–
car al hombre, sino a los perros y hasta a
los terneros; el oso pardo, que, a veces,
busca el ganado, sin acercarse al hombre;
el oso hormiguero, el mono y la ardilla.
También las aves aumentan sus represen–
tantes con la garza blanca, el pato salvaje,
el papagayo o gran loro, que es muy her–
moso; el
tunqui,
de brillante plumaje co–
lor rojo, etc.
Reptiles, como las tortugas pequeñas de
tierra, las boas, en diversas longitudes; las
víboras, unas peligrosas y otras inofensi–
vas; los lagartos, en los. ríos del extremo
norte; las iguanas, de carne comestible,
que dicen que lloran sangre por sus ojol:l
para asustar a sus enemigos, etc.
Finalmente, la enorme colección de in–
sectos que van desde los diminutos mos–
quitos cenizas o
khella.ris,
molestos visi–
tantes de los crepúsculos, que tratan de en–
gordar a expensas de sangre humana, hasta
los enormes
lucanos,
de nueve centímetros
de largo con las alas plegadas, cuyas lar–
vas se alimentan de troncos podridos.
VIDA HUMANA
POBLAQORES TíPICOS
De los cuatro tipos humanos que habitan
estas zonas de Sud Yungas, blancos ·y mes–
tizos, indígenas aymaras, negros selváticos,
pueden
se~
considerados como típicos habi–
tantes los de color y los hombres de la sel–
va.
Los negros llegaron a Yungas en calidad
de esclavos, traídos del África, desde el
año 1600, para atender las diversas plan–
taciones que necesitaban un trabajo rudo
y una resistencia especial para el clima ca–
luroso y malsano. Se adaptaron y se mul–
tiplicaron, obteniendo su libertad durante
la República. Al presente, si bien no emi–
gran hacia otras zonas cálidas, como tam–
poco les place el clima frígido de la me–
seta, su número se ha reducido, de tal suer-
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