Interior del templo de Jesús de Machaca.
de partido y todas las furias reunidas para
hacerme la guerra. Camaradas: ya estamos
reunidos bajo la hermosa tricolor; confiad
en mí y restableceremos, yo os lo prometo,
su antiguo esplendor
y
brillo, porque
rena~
cerá entre vosotros el entusiasmo, la unión,
el patriotismo, el honor, el contento y todo
aquel conjunto de virtudes que ostentabais
en otro tiempo. Así volveremos a ser inven–
cibles y nuestra patria os será deudora del
orden, prosperidad, garantías y paz inal–
terable con todas las naciones". Era, de mo–
mento, un reducido ejército, el de Laja, a
quien se dirigía, porque el país se debatía
en la incertidumbre. Antes había conferen–
ciado, en el Desaguadero, con el doctor Jo–
sé Enrique Calvo, que representaba el cru–
cismo, y frente a la invasión peruana en
marcha, los dos personajes acordaron sa–
crificar a Santa Cruz. El general Agustín
. Gamarra, aparentemente, se proponía evi–
tar el regreso de éste.
Ballivián entró a Tiahuanacu el 27 de
septiembre y allí, dictatorialmente, asum10
el mando. El 30 llegó a La Paz, e inició
gestiones amistosas para detener la marcha
del ejército peruano, que ya se movía en
territorio boliviano; por la zona de Acha–
cachi. Prometía a Gamarra que "su admi–
nistración será la más sólida garantía de
paz y amistad con el pueblo peruano". Y
en la otra correspondencia, se preguntaba:
"¿Por qué combatiremos?" Estas tentativas
se estrellaban con una resistencia de gra–
nito. Gamarra, en carta particular a Balli–
vián, le hacía notar: "El ejército peruano
no es un postillón" para hacerlo mover de
uno a otro lugar, a capricho. El 3 de octu–
bre, Gamarra con 6.000 hombres de gue–
rra comenzaba a actuar en Bolivia; el 6 lle–
gó a Achacachi
y
el 15 entró a La Paz, don–
de, resistido por el pueblo, permaneció lO
días.
Ballivián, con las guardias nacionales,
con un puñado de soldados y numerosos vo–
luntarios que se
le
sumaron cuando declaró
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