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la patria en peligro, fué retirándose hasta

Sicasica. Gamarra, después de hacer ver

al general boliviano que el ejército de in–

vasión era muy numeroso e invencible,

avanzó hasta Viacha el día 3 de noviembre,

dejando en La Paz una fuerza de control.

Ballivián, después de recibir refuerzos -

los aspirantes

ll

la presidencia habíanse re–

tirado frente al peligro de la guerra- avan–

zó hasta la llanura de lngavi, adonde llegó

el 17 de noviembre.

Gamarra, con cierta prepotencia, seguro

de sí mismo como de la desunión y de la

anarquía que había sembrado en Bolivia

y de estar pisando ya un terreno conquis–

tado, pues días antes declaró que La Paz

era territorio peruano, decía a los

suyo~:

"Camaradas: vamos a almorzar al ejército

boliviano, y a comer en la ciudad de La

Paz". El 18 de noviembre amaneció lluvio–

so, con densos nubarrones y neblina. Los

dos ejércitos, como era costumbre, dispa–

raron su artillería, en el clásico saludo de

·los combatientes. El movimiento de cuerpos

producíase con actividad. Las primeras

horas transcurrieron en una lenta aproxi–

mación y en movimientos rápidos, buscan–

do las posibles ventajas del empuje gue–

rrero, estudiándose recíprocamente. El cie–

lo se despejaba; el suelo, en cambio, era

fangoso en muchos sitios, y uno de éstos

protegía una de las alas del ejército ,boli–

viano. Apareció un parhelio, ante el cual

los soldados bolivianos dijéronse que esa

señal de la bandera boliviana era signo de

victoria. Pero algo que desconocían era que

sus efectivos no llegaban a cuatro mil,

mientras los del adversario eran seis mil.

En el instante de trabar combate, tomadas

todas las disposiciones, Ballivián dijo: "A

esos enemigos que tenéis al frente, los ve–

remos desaparecer como las nubes cuando

las bate el viento".

La batalla, ardorosa, llena de coraje en

ambos frentes, duró 50 minutos. Gamarra,

viendo que se producía su derrota - ya no

podría almorzar a l ejército boliviano ni ir

a cenar en La Paz- a lentaba a sus hombres

y era el primer valiente entre ellos. "Aquí

es preciso morir" -dijo y efectivamente,

una bala le quitó la vida. La victoria boli–

viana había sido completa. Algunos cuer–

pos perseguían a los fugitivos que equivo–

cando el camino se dirigían a Sicasica.

En el campo de batalla, el general Balli–

vián, frente a los prisioneros, ascendió a

varios jefes y oficiales. Y al punto, el ejér–

cito, formado en columna de honor, oyó la

siguiente proclama: "Soldados: en mi pro–

clama del 16 del corriente dije que pocos

días de privaciones y algunos minutos de

valor decidido bastarían para salvar la re–

pública y representarla respetable para

siempre. Cumplido mi pronóstico, y admi–

rado vuestro valor; un ejército de seis

inil

hombres ya no ·existe; su funesto caudillo

muerde el polvo de la tierra que dos veces

profanó; la columna que debe levantarse

sobre su sepulcro, anunciará a los siglos

y

a los enemigos del hombre boliviano, que

no se insulta impunemente al pueblo clásico

de la libertad. La independencia de las na–

ciones es obra de los siglos; vosotros habéis

afianzado la de Bolivia en cincuenta minu–

tos de combate. Sois, pues, los hijos primo–

génitos de la patria y los defensores de la

causa más justa. La luz de la razón

y

la

fuerza del derecho sagradó de las naciones

no pudieron patentizar al temerario invasor;

reservado estaba al brillo de vuestras armas

hacerla resplandecer al mundo entero.

"Vencedores del 18, el día más grande

que haya rayado nuestro horizonte: yo os

saludo a nombre de la patria y con el entu–

siasmo de un compañero vuestro".

Efectivamente, ningún momento más de–

cisivo para la suerte de Bolivia. En los

campos de lngavi se salvó la patria. Des–

pués de hi.s luchas confedera les, la lucha

más definidora, el instante más

~olemne

fué el de

lngavi:

El ejército quedó allí en su misión com–

plementaria. Siguieron tomándose prisio–

neros. Entre

ellos~

figuraba el general Ra–

món Castilla, el jefe del ejército inva sor.

Se curaba a los heridos de los dos ejércitos ;

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