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ftJI.IAN SANTISTEBAN OCHQA

habitaban el paraíso americano; ninguno de ellos son los hombtes naturales

que nosotroo conocemos.

"La

bondad de

loo

indios en tanta

-dice--

que

si

lle–

garr a coóocer el verdadero Dios no habrá gente

Iflás

bienaventurada en el

mundo". Son "dotados de buenas costumbres

y

aptísimoo

para recibir nues–

tra.santa fe católica, tanto

y

más que cualquiera nación dei mundo";

Y

agrega:

"los amaban (a los españoles) como a venidos del cielo hasta que vieron que

multiplicaban los males, los robos, las yiolencias, las vejaciones

y

las

muer~

tes de los naturales del

país".

En

cambio, "los españoles trataron a estas man–

sísimas ovejas, olvidándose de ser hombres

y

e:ierciei!tlo la crueldad de Lobos

y

Tigres

y

de Leones hambrientos" (f:xordio, cap. I, de la Brevísima) Colee.

Llor~nte-1822).

En

diferentes partes de su obra afirma que los españoles

despoblaron el continente mediante matanzas unas

v~es

de 12 mill9nes, otras

15

y,

cuando le replican, hasta de 20 mill;nes de indios; pero habla a base

de generalidades, no dice cuándo y en

qué

lugares, sólo nos señala el tiem–

po de 40 años, vale decir

4;

1,666 indios · viéti:rnados diariamente por los espa–

ñoles en los düerentes americanos,. lo que· 'supone tiempo y fuerzas casi de-

dicadas a matar gen,te.

.

Cuando el docto Sepúlveda objetó a Las Casas, citando al filósofa Aris–

~

tóteles para fundamentar la doctrina de las desigualdades humanas, este· con–

testó furioso que este filósofo estaba ardiendo en lo más profundo de los in–

fiemos ... (Opúscula IV, Controversia Ob. cit.).

Este apasionamiento, recalcitrante y ciego, tan ajeno a la realidad, no es

sino una inconsecuencia a su

cr~do,

toda caridad y justicia,

n~

sólo para

unos sino para todos los hombres. Sería larguísimo citar tod-as las increíbles

atrocidades que in;¡puta. a los españoles y las cualidades sobrehumanas atri–

buídas a los inclios, saliendo de las normas morales que deben rodear a un

historiador, y va no s6lo a

~n

obispo, sino a 911alquier l;10mbre de bien.

· Ya en 1B02, D. Benito María Moxó, en sus "Cartas Mexicanas" criticaba

y desenmascaraba al _venerable Apóstol Las Casas (págs. 146

y

siguientes),

con cita y crédito

c!E?

un peruano: el lnqa Garcilaso, quien conoci6 personalr

-mente a Fr. Bartolomé, y quien ya imputó a e.ste fraile, por sus\ necedades,

mentiras y exageraciones, ias terribles guerras del Perú, desde la revolución

de Gonzalo Pizarra (Comentarios, II Parte, Lib. V, cap. Ill). Además cita va–

rias inexactitudes grandes en lo geográfico e hist6rico de México, donde. Fr.

Bartolome residió.

.

Pero no sólo en lo interno de España y

Am~rica

produjo funestos resul–

tados la exaltación ·afiebrada de Las Casas,

no~.

hablando ya de la introducción

y la implantadón .de la esdavi,tud negra en América, en' sustitució!ll del bra–

zo indÍgena, que

pued~·

ser muy. discutible y hasta negable a Las Casas·, sino·

en la creación de la funesta leyenda negra hispañ,o-a'mericana,· porciue· de

es-

' tas exageraciones . y falsedades se aprovecharon .a maravilla los enemigos

• de España .para vituperada, clenigrarla

y

~alumniarl'a.

He quí 'la razón cir·

cunstarlcial para que sus escritos, principalmente su "Brevísima destruccf6n'

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fuera ·traducida al inglés, francés, alemán, italiano, etc., ilustrándolas con he.r: