no corra aire, para perder el frío que ttaén de la calle
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mas si hay brasero encendido, sabe muy bien; y si no
lo hay, se pasan sin él. Lo mismo en la ropa del vestir,
que si se hacen a andar como de verano, les basta;
y
si como de invierno, se hallan bien. En la ropa de la
cama es lo mismo, que si no quieren más de una frisada,
tienen harto, y si quieren tres, no congojan; y esto es
todo el año, sin diferencia del invierno al verano, y lo
mismo es en cualquiera otra región fría, templada o
caliente de aquella tierra, que siempre es de una misma
manera. En el Cusco, por participar, como decimos,
más de frío y seco, que de calor y húmedo, no se
corrompe
la
carn~;
que si cuelgan un cuarto de ella,
en un aposento que tenga ventanas abiertas, se conserva
ocho días, y quince, y treinta y ciento, hasta que se seca
como un tasajo. Esto vi en la carne del ganado de
aquella tierra, no sé qué será en la del ganado que han
llevado de España, si por ser la del carnero de acá más
caliente que la de allá, hará lo mismo, o no sufrirá tan–
to, que esto no lo vi, porque en mis tiempos, como ade–
lante diremos, aún no se mataban carneros de Castilla,
por la poca cría que había de ellos. Por ser
el
temple
frío no hay moscas en aquella ciudad, sino muy pocas,
y ésas se hallan al sol, que en los aposentos no entra
ninguna. Mosquitos de los que pican, no hay ninguno,
ni otras sabandijas enfadosas; de todas es limpia aquella
ciudad. Las primeras casas, y moradas de ellas, se hicie–
ron en laderas y faldas del cerro, llamado Saqsaywaman,
que está entre el Oriente y el Septentrión de la ciudad.
En la cumbre de aquel cerro edificaron después los su–
cesores de este Inka, aquella sóberbia fortaleza, poco
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