Huancavelica, departamento enclavado en el corazón del Pe–
'l'Ú,
no obstante la
d~satención
y la miopía de los gobiernos Repu- ·
blicanos, ha mantenido lafente su espíritu de superioridad, el cual,
en diversas ocasiones ha sabido manifestarse unas veces bajo la for–
ma de
conmocion.espolíticas, otras bajo la forma de protestas ais–
ladas o colectivas contra sus opresores y elementos que significa–
ron y aún pudieran significar un verdadero obstáculo a su progreso.
El indígena huancavelicano no va añorando su tristeza, tocando
la quena tras de su llama, como todavía sigue captando la lente del
turista. Por el contrario él es alegre, retozón, malicioso e inteligen–
te, pero también fo;ne algo de tristeza, por qué negarlo? Pero no
carga esa tristeza enfermiza que se hunde en las oquedades som–
brías de lo insensible, sino aquella tristeza que grita con sus cerros,
tempestades, llamas, vicuñas, cóndores y puquiales por su pro–
pia reivindicación.
Mientras contemplemos a nuestros indígenas transformados en
semi-esclavos, con el nombre de pastores, pongos, "chutos" y arrie–
ros, teniendo como única vivienda una desgraciada choza y como
alimento el "cuchco", el "morón", la "machea", el chuño, el "yu–
yo" y el "mote", y, como lecho, el suelo, dos pelfejos y un poncho,
noa tiene que doler en los redaño'a del
alma
...
Por medio del folklore que tiene la virtud de rastrear las .entra–
ñas mismas de la tierra y de su gente podemos aprender y ense–
ñar, y, sobre todo, sabremos comprender
a
nu•tros propio's
indí~
genas que son nuestra propia sangre.
Del conocimiento--como dice Ore.tes Di Lullo en su libro "El
Folklore de Santiago del
Estero"~e
sus rasgos y características
podrán, luego, surgir la prevención de ciertas perturbaciones so–
ciales, la orientación formativa, natural y biológica, del crecimien–
to de los pueblos, la adopción de medidas d e gobierno que sean
adecuadas y provech0<1as, el estímulo de ciertas actividades y el
desarrollo de otras,
la
adopción por
la
ciencia experimental de
lo~
conocimientos empíricos para beneficio de la colectividad, y, tam–
bién, la de la creación artística profundamente humana cuando se
sabe abrevar en las fuentes autóctonas de la tradición y de la raza.
Mi d,edicación hacia estoa trabajoa nació al conjuro del amor a
mi pequeña patria y se .vigorizó con la benévola acogida,
en
"Los
Juegos Florales de 1940", en la Universidad de San Marcos, a mis
seis pequeños temas que los llamé: "Estampas Huancavelicanas",
que hoy presento con el mismo rubro; luego, con los estímulos de
mis maestros así como por la difusión de muchos de mis trabajos
presentes en revistas y periódicos de Lima y provincias; d espués,
con varias comunicaciones apreciativas de autores americanos:
de Bruno Jacovella, autor de obras Jolklóricas, que me invitó
a colaborar en "El Boletín del Departamento de Folklore de la
Universidad de Buenos Aires", del Director d el Instituto de Fol–
klore de la Universidad de Tucumán, el tratadista Rafaél Jijena
Sánchez, del fundador de la Sociedad "Folklore of the Américas"
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