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ca y útil es de hilar y d e tejer del todo semejantes
a los usa'dos en los campos hasta ahora. Cierto
,~;
que no usaban lana de ovejas, pero, en cambio ,
tenían manad as de Uamas que esquilaban anua1 -
m ente y cu'ya lana les servía para sus tejidos. Las
cartas de Pedro de Valdivia y los primeros cronis–
tas dejan constancia del gran número de estos ,an:.–
ma·les que .existían en Chile en tiempo de la Con–
quista . . . Pero aunque la técnica textil · haya pe r –
manecido más o menos constante durante los si–
glos, no se pue de decir lo mismo respecto de
1J
d eco ración de las prrndas tejidas. En muchas p:ir –
tes como en Doñihue, Chillán y Chiloé, los anti –
guos motivos listados ·o
geométr~cos
que todavía
persisten ·entre los araucanos, fueron suplementa- .
dos con otros, figuras de flores, plantas, animales,
aves, etc. , completamente extraños al arte indigen :1.
En el centro del .país el poncho mi'lenari '..'l
tede lug.a,r, durante lo.s meses .:{e verano, a la mant.i ,
o chamanto, de igual forma , pero de más pequeñ;;s
dimensiones ; ciertas loca_lidades como .Doñihue, se
han espeúaüzado en la fabricación de esta última
prenda , llegando a cre.a'r una industria casera de ·
bastante importanci.a. E•l chamanto es de una tex–
tura mucho más fina que la· de los ponchos
y
su
d eco ración se hace con todo esmero . Los más her–
m osos son é e doble faz y su valor llega foz:uen–
temente .a.
más
de mil pesos.
Un tejido que se ha puesto muy d :? moda en
los últimos años y qu e en la actualidad se fabrica
en grandes cantidades, es el choapino.
Sz
ha ·su –
pues to que este artefacto se originó entre los arau –
canos, p o rque es una de las piezas que ellos tejen más
hoy en día. P ero no es así; el choapino en su for–
ml
actual, de piso o de alfombra, no
S·Z
conoció
entre los araucan os de antaño y solamente durante
los últimos di ez o doce añ os los han fabri cado .