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rel Cuzco el año de 1934, me _convenció de qüe el
indio ni siquiera había olvidado su notabilísima
habilidad como arquitecto. Las reparaciones que
mandé hacer en algunos muros incaicos maltratados
fueron. de tal perfección que sólo la documentación
fotográfica que poseo, comprueba que el muro
fn é
realmente reparado; pues, aun para el más fino ob–
servador, no es perceptible la diferencia entre ei
trabajo del inca y el de ·su actual descendiente.
Las maravillosas telas d:e Paracas, los
magn ~fícos mantos, de una elevada técnica y de un refi–
nado gusto estético tienen , en nuestros días, - una
correspondencia muy próxima con los tejidos d e
lana de vicuña (ponchos, chales, bufandas . etc.)
que el indio fabrica en diversos lugares del país.
Sí, como es de esperar, se abre camino el pro–
pósito de impulso y a.poyo al arte del puizblo, estoy
seguro de que se producirá en el Pterú un renaci –
miento cultural nativista de gran trascendencia, so–
bre todo desde el punto de vista artístico. La mUE."$ –
~ra
peruana en esta exposición, presenta especies co -
rrespondientes a dos grandes grupos de nuestro
pueblo : a) el integrado por .los habitantes de la
costa y de la sierra (indios y mestizos)'
y
b) _el que
forman las tribus de nuestra región selvática de la
Amazonía . El primero cae bajo la jurisdicción d e
los estudios folklóricos ; el segundo, bajo el domi–
nio de la ciencia etnográfica. Mas, en toda la bis-·
tori'a de largos siglos de nuestro país, los habitante<:
de las tres regiones físicas, mantuvieron una estr<?–
cha vinculación , un activo y jamás interrumpidJ
comercio. La Montaña, como l'lamamos ordinaria–
mente a la zona de los bosques, fué un vivero, una
fuente de continua renovación para todas las de–
más agrup,flciones humanas. Esa influencia fué mu–
chísimo más acentuada en la vasta época precolom-