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El que ha causado daño al
prójimo en el cuerpo o en el al–
ma,
no sólo debe arrepentirse de
su
pecado
y
confesarlo~
sino que,
en lo posible, debe reparar el da–
ño ocasionado
No desear la niuJer de
tu
próJirno
(No Fornicm)
Sexto
y
noveno
mandamiento
Estos
mandamjentos nos
prohiben los pecados de impure–
za
y
todo lo que provocJi a esta
clase de pecados.
Pecados
de
impurez::t son:
los
pensamientos
y
deseos
a '"~· sbones-
·
tos voluntariamente ad1nitidos)
las conversacioues,
chanzas
y
oan-