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ERNESTO M ORALES
tarlos de un extremo a otro del reino, otras a tres–
cientas y cuatrocientas leguas mas
b
menos, como
al principe se le antojaba ; por donde vemos hoy
en las provincias del Collao
mitimaes
naturales y
originarios de las de Chinchaysuyu, y en estas
muchos indios de aquella. Ello es cosa averigua–
da que estaban tan mezdados y revueltos los de
distintas provincias, que apenas bay valle o pue–
blo en todo el Peru adonde no haya algun
ayllo
(conjunto de familias) y parcialidad de
mi–
timaes"
(
1) .
Los trasplantados con fines militares son los
que menos originalidad presentan. Siempre se hizo
y aun se hace esto. Mas no menos sabia que la
precauci6n de mezclar gente de distintas provin–
cias, fue la de llevar
mitimaes
a las regiones ferti–
les y despobladas. La agricultura era la mayor
fuente de riqueza comun y a ella sacrificaban el
albedrio de sus labradores.
Los
mitimaes
parece haber sido una instituci6n
creada por Inca Yupanqui, noveno soberano de
la dinastia, aunque hay quien se la atribuye a su
padre, el inca Virac,ocha. De cualquier modo era
una creaci6n casi reciente cuando la llegada de 10s
espafioles. Y como curiosidad, como afirmaci6n
a la idea de que el hombre, puesto en situaciones
semejantes, piensa de modo parecido y repite, sin
( 1)
Historia del Nuevo Mundo,
por Bernabe Cobo.
Tomo III,
pag.
225.