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LUCHA DE MilTODOS

técnica de Rapa-nui, de tal manera que su posición es intermedia entre

el arte pacífico y el peruano de la altiplanicie.

Pero tampoco podremos aceptar

ad litteram,

los resultados de Uhle,

pues están basados en la convicción de que en el Perú los estilos y cul–

turas sucesivas fuesen efectos de evolución y perfeccionamiento realizado

in situ,

y que pudiesen escalonarse en una serie progresiva sin perturba–

ciones externas. Además, la técnica arqueológica de las "superposiciones",

tan sistemáticamente aplicada por este Autor, no responde al estado de

las cosas: bien dice SELER (XVIII, p. 366), que entre las antiguas cul–

turas peruanas más bien hay un

nebeneinander

que un

nacheinander,

es

decir, yuxtaposición, y no superposición.

Con plena conciencia de la responsabilidad científica que ello im–

plica, no vacilo en afirmar que la. clave del problema está en otro fac–

tor, muy descuidado hasta el presente: el externo. Símbolos, figuras,

aparejos murarías, modelado, ornatos, pintura, figulina, todos los ele–

mentos han llegado a la costa preformados. Las más elevadas realizacio–

nes del arte llevan consigo la prueba de haberse éste desarrollado en am–

bientes faunísticos y florísticos diferentes : hasta

la

arquitectura de Tia–

huanaco supo e u pueblo que ha continuado durante largas épocas cons–

truyendo con .ói'ater' l íg eo, y continú-a exigiendo a la piedra lo que es

propio de la made

~

V, parte 11, p. 39) y si1' embargo ese tirocinio

no pudo hacerlo ningún poblador del

plateau_,

ni de la costa.

La incógn'ta queda transformada desde las raíces: ya no habrá

que buscar ee

el

sivamen.te

las odificaciones de u9a forma, o los esta–

dos de tl'ánsito de uno a otro estilo, sino medir el empuje y la energía

de difusión que llevaron las sucesivas inmigraciones apartadoras de cul–

turas a ocupar mayores o menores espacios de territorio, en lucha peren–

ne contra la estrechez de las áreas útiles para la vida, y con los anterio–

res ocupantes de las mismas, que habían seguido más o menos las mismas

rutas, procediendo del Gran Océano, hervidero inextinguible de energías

técnicas, de empresas audaces y de razas humanas superpuestas,

Una de las más oscuras contradicciones de Tiahuanaco consiste

en el hecho que, mientras ninguno de los elementos concretos o simbó–

licos que forman el objeto de su arte es

exclu~ivo

y peculiar de la misma,

encontrándose también en los ciclos de la costa y de los valles, sin em–

bargo nadie confundiría un personaje o un detalle decorativo de un vaso

Nazca o Chimú con la representación correlativa de Tiahuanaco.

Indudablemente, hay un "estilo" tiahuanaco, aunque no puede ad–

mitirse, con igual rigor, una cultura tiahuanaca. Mientras nadie puede

negar la originalidad de la "manera" y expresión figurativa, en cambio