HISTORIA DE LA CIVILIZACIÓN PERUANA
297
bía podido cercenar, de quererlo; propiedad que los españoles
acabaron por acept31r bajo su aspecto y designación de "bienes de
comunidad", mas el que dentro de ella poseyó fué el
aillo
y no el
individuo.
Igual cosa ha debido ocurrir, en rigor de lógica, con el
rnan–
do,
en el sentido de que quien mandó en el seno de la antigua so–
ciedad peruana,
fité
el aillo dinástico,
durante plazos preesta-.
blecidos; y ello en cabeza de sus elementos representativos; de
, suerte que los nombres que vemos citados en las diferentes nomen–
claturas incanas correspondieron propiamente a conjuntos dinás–
ticos, o en otras palabras, a
dinastías.
La formación de la clase orejona cuzqueña susceptible de la
condición dinástica, ha debido seguir el proceso que trataremos. de
esbozar en los siguientes acápites.
Son
'Ayares,
esto es, conjunto de
aillos mayorazgos,
los fun–
dadores de la ciudad imperial.
Su condición dje
tale~,
respecto de los ailos
sullCos,·
segundo–
nes o sedentarios, qu en sus respectivos
suyos
de origen atienden
al cultivo de la tierra, los eleva a la condición hidalga o
baronil,
que toma por distintivo la
oreja agrandada.
Sus individuos pasan a llamarse
orejones.
Su condición de tales trae aparejada consigo la condición di–
nástica, sometida a cierto
ritmo de alternabilidad,
determinado
por leyes de ellos conocidas, durante
períodüS dinásticos,
inte–
rrumpidos por plazos
pachucúticos
o "interregnos" que dejamos
1
explicados en capítulo separado de esta obra.
Las dos terceras partes de cuanto produce el Tahuantinsuyo
por el
traba.jode los aillos sedentarios provincianos, pertenece por
derecho inherente a los ayares orejones del Cuzco; un tercio para
los del grupo propiamente dinástico ; otro tercio para el grupo sa–
cerdotal.
De los cuatro
suyos
de que se compone el imperio se envían
períodicamente, para el servicio de los ayares cuzqueños, teorías
de siervos conocidos, según fuese el caso,
~on
las siguientes deno-