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so, incontaminado; y es por ello que re–
solví al_fín, seguir la corriente de la ju–
ventud alegre de aquel pueblo, y aceptar
toda invitación, frecuentando desde la so–
ciedad mas distinguida hasta los bajos fon–
dos que quería conocer y estudiar.
En poco tiempo, había conocido íntima–
mente a la capital jujefia, cuyas puertas
me fueron abiertas de par en par, genti–
leza a la que supe responder con todo el
respeto y mi mas alta estimación.
La comisión de Replanteo del Ferroca–
rril a Bolivia, de la que yo formaba parte,
llevaba los trabajos algunos kilómetros al
norte de la ciudad. Incorporado a los ope–
radores en campaña, seguí con ellos hasta
que, dos años mas tarde, una afección pul–
monar, tan común en aquellas alturas, me
obligó a regresar a Buenos Aires para in–
corporarme enseguida a los estudios del
ferrocarril de Diamante a Curuzú Cuatiá.
Pero había dejado allá en Jujuy todas
las
iiu~iones ,
todos los sueños de ventu–
ra que había forjado para mi porvenir, y
volví por ellos y por mi palabra empeñada