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BOCETOS HISTÓRICOS

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ron que en Castilla no hacía excepción la arbitrariedad y la

dureza.

Por

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demás, él es el personaje de la leyenda an2cdótica

y del genio de la sutileza; nuestros padres, junto con las ha–

zañas del Mariscal en la guerra, nos relatan sus decires pica–

rescos, sus contestacione demoledoras, para lo importuno ,

sus chistes de subido color, para aplastar una pretensión o

mantener la terquedad de una buena idea; sus contestacione

a quemarropa, que derrotaban al adve1,sario verbalista, y u

repeticiones incansables, proferidas más por a tucia que por

manía.

Él además se ofrece a nuestro JU1c10, como el mandata–

rio previsor y cautelo o; y cuando después del de astre que

nuestro implacable enemigo del Sur nos ha hecho sufrir, de–

jando junto con la derrota el odioso sentimiento de vengan–

za, volvemos las miradas al pasado, crece nuestra admiración

y nuestra simpatía por todo aquel que antes del 79 odiaba a

Chile y pensaba en los preparativo bélicos, previendo un

ataqu.e de encrucijada; esto explica mejor la ardiente simpa–

tía que se profe a en el Perú a Castilla, y que sin aminorar

en nada el mérito de los propósitos patrióticos del Mariscal,

elevan más su fama y lo hacen casi el héroe de una leyenda.

" Cuando Chile compre un barco, el Perú debe comprar

dos; un día de progreso para el Perú, es una noche de pesa–

dilla para Chile '', tales son las palabras que se atribuyen a

Castilla y que, si no estuvieron en sus labios, e tuvieron en

su inteligencia de maravillosas intuiciones y en su corazón de

patriota.

Por lo demás, ajeno a nuestro criterio histórico es el en–

diosamiento y la ponderación de virtudes sin tasa; en muchas

de las del hombre de Estado escaseó nuestro héroe, y así co–

mo en ocasiones varias, salvó los principiios democráticos y

morales, oyendo sanos consejos y 01'iéntando e admirable–

mente entre múltiples dictados, lo cual era en él caracterís–

tico; en mucho de los actos de su vida pública extravió su

criterio políticio, en un inagotable deseo de mando; propen–

sión esta última que se convierte en crónica enfe1·medad mo–

ral en el político, que se ensimisma en la contemplación de