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EL AYLLU

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de forma y sentido no se puede desconocer

su parentesco. ¿Cómo ha podido esa pala–

bra servir en aymara, civilización que

á

pri–

mera vista parece dislocada de todo lazo de

las razas indoeuropeas, para nombrar un

mismo hecho social, una misma interpreta–

ción- psicológica surgidos en pueblos tan dis–

tintos y distantes? Muchas teorías se han

explanado y podrían aun sustentarse para

explicar esta

y,

o)t:ras analogías no solo lin–

güísticas sino t ambién sociales. No ha sido

propósito de esta obra entrar en estudios de

filología comparada, ni los elementos lin–

güísticos de que disponemos permiten tal

empresa. Lo único que podríamos sostener

es que el uso de ese vocablo entre los

~yma­

ras no puede atribuírse

á

una importación de

los conquistadores. Los españoles le encon–

traron en los idiomas indígenas. Cieza de

'León nos

~uenta,

por ejemplo, hablando del