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Fatigáronse
{i
su vez; agotadas las
. in-oYisioncs i sin rumbo, muertos de
nambre, i cxtraviaclo:-1 en la puna, se
pusieron
á
descansar.
Lanchi,
que este era
el
nombre del
chicuelo, arrerenticlo ele haber cedido
¿
la sed11cción, qu ecl(ise profunda.–
•mente dormido.
Tramaron los perversos la manera
de deshacerse.: ele ese estorbo que les
consumía
el
fiam hrc i los trnía morti–
ficados con su llanto i los megos pa–
ra regresará la casa. Había ll egado
la oportLinidad rk poner en práctica
sus designios
i
concertaron los rnc–
<1
ios nara descmbarazarse de
él.
El
m{1s
clcsalmado opinaba por matar7
le,
po rque clcda, así no a visar{t ni ha–
brá qui1:11 g.uic
ú
nuestros perseguido–
res. El otro, optaba porque mejor se–
ría quitarle los ojos,
i
comérselos en
seguida. Vacilaban en la ekcció11 ,
cuando
Yr:1huar
veloz c01110
el
rayo se
abalanzó
i
sujetando fuertemente las
manos contra
c:l
sucio, doblada
la
ru–
dillit en
el
cuello, ascgurnha la inmo–
vilidad
del
chico. Este despierta so–
hrcsal tado de u11 ensueño tenebroso i
terrible; pero los gritos se le ahoga–
ban -en su comprimida garganta; se
khatía inútilmente; retorcía los hra-