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-121-

Fatigáronse

{i

su vez; agotadas las

. in-oYisioncs i sin rumbo, muertos de

nambre, i cxtraviaclo:-1 en la puna, se

pusieron

á

descansar.

Lanchi,

que este era

el

nombre del

chicuelo, arrerenticlo ele haber cedido

¿

la sed11cción, qu ecl(ise profunda.–

•mente dormido.

Tramaron los perversos la manera

de deshacerse.: ele ese estorbo que les

consumía

el

fiam hrc i los trnía morti–

ficados con su llanto i los megos pa–

ra regresará la casa. Había ll egado

la oportLinidad rk poner en práctica

sus designios

i

concertaron los rnc–

<1

ios nara descmbarazarse de

él.

El

m{1s

clcsalmado opinaba por matar7

le,

po rque clcda, así no a visar{t ni ha–

brá qui1:11 g.uic

ú

nuestros perseguido–

res. El otro, optaba porque mejor se–

ría quitarle los ojos,

i

comérselos en

seguida. Vacilaban en la ekcció11 ,

cuando

Yr:1huar

veloz c01110

el

rayo se

abalanzó

i

sujetando fuertemente las

manos contra

c:l

sucio, doblada

la

ru–

dillit en

el

cuello, ascgurnha la inmo–

vilidad

del

chico. Este despierta so–

hrcsal tado de u11 ensueño tenebroso i

terrible; pero los gritos se le ahoga–

ban -en su comprimida garganta; se

khatía inútilmente; retorcía los hra-