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que no la sac!·ificara
i
soll ozante Je
d ice:
que m al te he causado? soi aca-
. so
como los
hombres que entre ·her–
nuwos
se
dé'strozan
i
se
mnté111?
Suél–
tame;
te
consolaré
en tu
aflicción con
mi arrullo:
Urpai...... cuct1y ......
tanrán
!
Urpli.i...... cucúy .... ..
té/11rá11
!
M
º'ido
á
co111pasi{J11 d ejó
la en li–
hcrtnd, suplicúndole
le
sirvil'ra
de la.
u1rillo
hasta
poder aplacé11·
el
hatn–
hre
i
la sed
que !e
atormentaban.
Pasmada l a
tortolita de
haber ha–
llado
corazón
en un hombre
i
iniseri–
coi·dia
en
l7'11
niño,
ofreciólc unos polr
\ritos
l:>lancos
con los que debiera cu–
brir sus heridas; dos cri stalitos de
ye~
so,
redonclos,
para rellenar las hoquc–
cladcs,
i
1m
palito
con el que debía
a-
zocada
todos
los
días.
·
Así
lo
haría,
i
poco
á
poco,
las ti–
nieblas se le hicieron
luz:
i
vió
el Sol!
fanal perpétuo suspendido en lo alto,
que ilumina
eternamente
el
mundo .
Agradeciclo por
can
inesperado be–
neficio, de rodillas,
levantad as
las
numos al cielo no sabia que lrncerse
c·on la
cuculicita.
.
-Ahora,
llévarne .
contigo; no
me
prives de
la
libertad, q ue
todos
lo~