ESTUDIOS INDIG"ENAS.
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lo ojos del viaJero; adelante el pico de Hilaria, cen–
t inela del valle;
a
uno
y
otro lado las sementeras, el
camino con su cnrva graciosa, mieutras abajo, entre
cantos rodados
y
enormes rocas a.rrancadas por el
t i mpo
{1
la~
cumbres, corren bulliciosas lait aguas del
·San E teban.
Detengf1imo11os un instante en este lugar,
y,
des–
I ues de haber contemplado
{i,
Dios en la agreste so–
l edacl del paisaje, en el bosque secular Ueno de som–
b ras, en la
fl.orque crece escondida entre las rocas,
en el p{i,jaro que canta su libertacl
y
en el rui–
do del viento que como una voz de los espacios se
comunica e11 dulcisima confi.dencia con el espiritu de
l o
bosques, estudiemos : el hornbre hist6rico 11os
._ guarda.
En 1uedi0 de esta naturaleza salvaje, en estas al–
turas silenciosas, babitadas en pasados dias por la raza
i ndige11a, mas despnes manchadas por los feroces sol–
dados de Aguirre; sobre estas cimas donde estuvo
V illegas, el fhndaclor de Burburata
y
que fue man-
ion de indios antes que pisase Ojeda las costas de
Venezuela, pas6 la mano del tiempo
y
acab6 con la ci–
v ilizacion antigua,
y
con los caciques belicosos que
a altados un dia de improviso, por hombres nueyos
q ue babian atravesado el Oceauo, lucharon contra el
extrangero
y
se defendieron,
y
volvierou
a
luchar pa–
r a eutregarse exanimes, cuando de · ellos, los duenos
cle la tierra venezolana, no quedo ni hogar, ni solda–
dos, ui esperanza posible, ante la nube invasora que
t oclo lo cubri6 con sn mortaja de sangre. Asi pas6;
pero ue laron los libros de piedra que 110 tienen. por
int ' rpretes siuo las rafoes de los arboles 6 los mus–
o·o
y
graciosas euredaderas que tienden sus sarmien–
t o
obrc
In.
scnlpida superfi.cie, como para. recibir
con mas libertad los voluptuosos besos del sol de
oca o.