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4

ESTUDIOS

INDIGEN.AS

.

se deslizan las

limpida~

agnas que riegan aquel suelo

tan fecundo como variado.

Una vigia de la cordillera, el pico de Hilaria

a

1.888 metros de elevacion sobre el nivel del inar,

realza por el Sur, este anfi.teatro de rocas

y

de ve–

getales,

y

desde e1, la mirada abraza, hacia el Norte,

todo el panorama del oceano, con

SUS

Costas

e

islaS

~

con sus ensenadas

y

cabos poblaclos de rnanglares que

se pierden en lontananza; mientras al Sur, estan los

dilatados campos q,ue bana el Iago,

y

parte de las

llanuras de Uarabobo dibujadas en el llorizonte como

un mar de verdura. Ent6nces aparecen ante las mira–

das del viandante los encantadores sitios del prolongado

valle, los ramales

y

estribos que lo cruzan, los rios

que descienden de las alturas

y

la capa de vejeta–

eion que como una alfornbra entapiza las rocas: en–

t6nces desaparecen los relieves, el copaje de los ar –

boles se uuiforma, sobresalen Ios pueblos

y

sientese el

movimi~nto

de la vida animal, como un interprete de

aquella naturaleza que baiian las tibias brisas del

Ocear10

y

las frescas nieblas de las cimas coronadas

de espigas.

·

Al abandonar

{1

San .Es.teban, en direccion hacia

las elevadas cumbres

d~

Hilaria, teniendo

a

la izquier –

da una muralla de rocas, llegase

3=

poco, cerca de

]as alturas de Oampanero,

a,

un lugar distante como

dos kil6metros de aque'l pueblo, donde las rocas de

la cordillera, inclinaclas sobre el suelo . (lel camino,

prescntan uua superficie plana sobre la cual se veu

multitucl de fi.guras esculpidas. Es una gran masa de

m{1irmol como de tres

a

cuatro metros de altura, por

tres de ancho, cubierta de tierra eu su base, mieutras

arriba la coronau grnpos de vejetales arb6reos,

y

de

arbustos

y

musgos que scmrieu

a

la luz del dia..-Ou::tl–

quiera diria que es la losa de un

s~pulcro

engaRtado

en la moutafia. Atras queda el Ocea,no; invisible des–

de esta altura., porque Ia faja de montes lo esconde

a