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GUERRA

Gonzalo Pizarro engrandeciéndola,

é

contaban que eran los

enemigos tantos que corrian gran riesgo. Gonzalo Pizarro se

reía de oir aqnellos dichos, diciendo que no toviesen nengun

temor qe pensar que los indios los habían de enojar, que to–

viese cada uno el caballo ensillado

é

las armas á la mano,

para que, siendo menester, los hallasen apercibidos. Los in–

dios allegaron cerca del aposento donde estaban los cristianos,

é

los cercaron por todas partes creyendo de los tomar á

mano; Gonzalo Pizarro, aunque el estruendo

é

ruido que

traian fuese mucho, no hizo muestra de tenerlos en nada, é,

porque la noche se acercaba, mandó que todos los españoles

estoviesen quedos hasta que él mandase lo que habían de ha–

cer, é que no se entendiese en más que en rondar á la re–

dond~

de donde estaban aposentados. Los indios aquella no-.

che hicieron grandes fuegos; é, como esta gente bestial sea

~v_i~iosa

en el comer é beber, nOhlCíeí·on otra cosa en toda

aquerfa noche que vaciar en sus vientres vasijas de

~u

chich.a,

que las mujeres é sirvientes les traian,

é

daban muy grandes

~s

diciendo:

«

Aguardá un poco, cristianos, que no tardará

mucho tiempo que la cabeza de yuestro capitan Gonzalo Pi-

J

zarro esté en nuest;o poder,

é

de su casco haremos un vaso

con que todos los señores de estas provincias han de beber;

no penseis que hemos de pelear tan flojamente como cuando

estuvimos sobre la ciudad del Cuzco; agora entendemos la

guerra

é

sabemos cómo la habemos de tratár, y el sol nos ha

de favorecer para que todos cuantos estais ahí matemos». Los

cristianos eran avisados por las

ya

naconas, sus sirvientes, de

lo que decían los indios, é reíanse muy de veras, aunque,

como digo, los tenían cercados por todas partes. Pues áun no

era bien de dia cuando el capitan Gonzalo Pizarrn estaba ar–

mado de sus armas,

y

encima de su caballo con una lanza en

la mano.

Y bien con razon, cuando yo escribo las cosas de Gonzalo

Pizarra hechas en aquellos tiempos,

é

con la voluntad tan

firme que servia al Rey, me angustiaba

y

entristecía en gran

manera, maldiciendo á este mundano mandar que así hace