DE LAS SALINAS.
65
timiento, diciendo que no era aquella cosa que entre caballe–
ros se sufría hacer;
é
al tiempo que les quitaban las arrnas
1
Diego de Alvarado, vuelta la cabeza atras, dió su espada á un
negro que entre los españoles vido, diciendo contra .el capi–
tan: "por mi vida, si yo puedo, que otra vez no. me la qui–
teis
»,
Alonso de Al varado le respondió: "sed agora preso
é
da Ida á quien quesiéredes, que despues será lo que Dios
quisiere".
Por la manera que habemos contado, fueron presos los
mensajeros que vinieron de parte del Adelantado D. Diego de
Almagro,
é
metidos en una casa con sus guardas; y en este
paso es
bi~n
que el lector tenga un poco de atencion en mi–
rar cuánto pueden las guerras, pues atraen
á
sí á los sabios,
á
los hÜmildes,
á
los pacíficos,
y
todo linaje de gente ha de ha·
cer lo que ellas mandan. Como una vez las banderas se des–
plieguen
é
los alambores suenen, no hay cosa en el mundo
que estorbe que los que la tratan la dejen de seguir; bien
clarn se ve por estos ·capitanes, pues siendo todos tan ami–
gos
é
viniendo de Guatemala en compañía del Adelantado
D. Pedro <le-Al°varado, ya en aquel tiempo babia entre ellos
la enemistad que habeis visto.
É
prosigamos lo comenzado.
To~10
J;