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GURRnA
á
la puerta l
!n.ostiros pequeños de artillería. Pues.9omo el li
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cenciado Prado babia ' entre.v.enido. en las treguas, . dijo que
aquella noche seguramente podian dormir; como todos esto-
• viesen tan trabaj<1dos
é
fatigados de tantas vigilias,
y
siempre
dormian armados, aquella noche se desnudaron;
y
era mucha
el agua que de la nieve caia, é granrle el frio qne hacia. Y es–
tando los de la ciudad de esta manera, en el real había gran
ruido, diciendo que los querían con· alargaciones engañar,
para tener lugar de enviará llama1' al capitan Alvarado, que,
segun los indios decian, ya estaba cerca de la puente de
Abancay;
y
dicen qÚe dos
espa~oles
que estaban en el Cuzco,
que el uno se decia Almagro
y
el otro Diego Menclez, se fue–
ron adonde estaba el Adelantado,
ó
dijeron que Hernando Pi–
za_rro habia mandado quebrar las puentes para que no pudie–
sen entrar en la ciudad. Los de Chile aíinnan
y
dicen cierto que
los de Pachacama, por mandado de Hernandq Pizarro,
q~e~
braron las puentes para
q~e
no pudiesen entrar en la ciudad,
los que estaban en ia misma ciudad lo niegan-.
É
como algun·os
escritores hayan queri do escrebir algunos de estos acaecimien–
tos
á
pié enjuto,
é
por relaciones de hombres apasionác.los más
que no verdad eros , si no se conformaren con estos mis libros,
· no haya contra mí nenguna murmuracion por lo que ellos,
estando tan arredrados de esta provincia, no pudieron ente–
rarnenlB saber, é yo, como aquel qne toda la mayor parle
de ella he hollado con mis piés
y
estado en la ciudad del
Cuzco, de donde, por vista de ojos, pude salir de estas dudas,
digo, que deja ndo las opiniones varias, la bi toria verdadera
es que Remando Pizarro, como no se hallase poderoso para
resistir la potencia del Adelantatlo, pues traía pasados de
cuatrocientos é cincuenta españoles de
á
pié
é
de
á
cahallo,
y
él consigo no ten ía más de doscientos que babia en la ciudad,
y
los ciento ten ían el pensamiento
y
voluntad· puesto en Al–
magro, é por no tener en su ayuda al capitril). Al varado, que
estaba en Jauja, de eaba cualquier conveniencia honrosa
. para, viéndose acompañatlo
é
con pujanza, no temer
á
lo que
le pudiese de parte de Almagro venir;
y
en aqueste rio que