CAPÍTULO PRIMERO.
De cómo el Adelantado D, Diego de Almagro, yendo para el valle
de Yuca.y, allegó adonde estaba una guarnicion del Inga,
é
·
de lo que pasó con un capitan suyo que en ella estaba.
Aún no estaban los indios del todo pacíficos, ni los españo–
les enteramente los habian traido
á
su amistad, ni dejaban de
tener en sus casas aquellas rnpas, espadas
y
rodelas con que
descubrieron las provincias,
y
las ciudad es que habían fun–
dado con tanta felicidad no tenían el ser ni adornamiento de
suntuosidad de edificios que se requerían por ser hechas por
los españoles, ántes vivían los cord eles con que las trazas de
las tales ciudades se habían medido, y·ellas en sí no tenían
más ser que tienen aquellas cosas comunes
é
que las quieren
cimentar para las hacer magníficas;·en conclusion
1
las austria–
les regiones ó provincias equinociales, por la fama que volaba
de la vitoria que habian habido los españoles eran por ellos
conocidas. Vuelven las armas contra sí con gran crueldad
é
in–
temeridad, sin tener temor á Dios ni reverencia
é
acatamiento
á la imperial Majestad , ni áun piedad á sus propios padres para
cumplir sus paternales ruegos, ni amor
á
sus hermanos;
é,
áun
por hacer más crueldades unos con
t~·a
otros, aborreciernn
á
sus mujeres
é
hijos , no mirañdo que la paz es tan excelente
é
singular virtud, que, quitada de en medio, el mundo no po–
dría en alguna mañera consistir, ántes de todo punto perecería, .
porque la paz es la que tiene todas las cosas en un conti?uo
sosiego y tranquilidad,
y
les da luga r
á
que crezcan,
y
es ma–
dre
y
engendradora de todas las virtudc . ThuciJiJes dice,