271
tension qu e tenía n,
y
llegaron a las puertas, que ya
estauan a bie rt as po1· l os de casa,
y
Lope de Men·
doc;:a se qu edo en e ll a[s] con h asta doz e hombres
por g ua rd as, porque nadie entrasse a dall e fabor
y ayuda mient1·as lo prendian. Diego Ce nteno, no
parando a lli, se fue derecha mente adonde es tau a
Francisco de Almend1·as , e l qual se acabaua de
l euantar de la cama, y a . s i corno e l theni e nte le
vido entrar armado, le pregun to diziendole: ¿Que
qu ie r e , señor Diego Ce nte no? ¿que ay pot· aca tan
de m añan a?; y e l r espondio, no s in a lg una turba–
cion, de como en aquella ora au ia sab ido por muy
cierto que e l Visorrey teni a pi-eso en la ci bdad de
Quito a Gorn;alo Pi <;arro con todos sus capitanes,
con cierto ardid que le hizo, y que toda la ti e rra
estau a por Su lVIagestad,
y
que mirasse lo que ha·
zia o pr e t endía hazer e n aque l casso tan tri s te pa1·a
todos. Francisco de Almendras .oyend0 es to se
tu rbo e n gran manera , lo v no p o1· ver demudado
a l que lo contaua , y lo otro, que e ra lo principal,
la mi sma nueua qu e tra ya tan mala para e l , por–
qu e tuuo c 1·eydo que despues de muerto Gonc;:alo
Pi<;:arro qu e todos aquellos qu e le a ui an seguido no
podian e n nin g una parte parar e n bien s in o se da –
uan al senücio de S u Magestad. En es to e ntraron
de subi to l os hombres que con Diego Cente no
a ui an ydo, y como v ieron pasmado a Francisco de
Almendras y por no perder ti e mpo atTemetieron
a el y se abra<;:aron fu e rtemente con el. Y comen–
<;:aron a dez ir con gran furia
y
ruydo:
¡preso, pre–
so por Su Ji1agestad y por el Vison'ey que esta eu
la cibdad de Quito/,·
los qu a les todos traya n las