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llamado auian venido, que ·de ay adelante no dies–

s en a los españoles yndios ni'ngunos

.pat:a.los

lleuar

en hamacas, ó para cargar otra cosa qualquiera,

aunque fuesse

á

los enéomendéros, so pena que

ios mandaria muy bien castigar. Otro si, mandó

á

las justicias de Su Mag·estad que tuuiessen cuy·

dado de ynquirir y saber si se guardauan y cum–

plian todas las cosas que el auia mandado exe–

cutar ·en nombre de Su Magestad, y que ellos

mismos las hiziessen guardar

y

cumplir, so pena

de muerte y perdimiento de bienes. Por estas

cosas comenc;aron los vezinos de azorarse y de

bramar, y muchos dellos se pussieron en la pla–

<;a, en las calles y en las encruzijadas dellas,

hablando de la rigurosidad que el Visorrey vsa–

ua con ellos,

y

dezian que en todo

y

por todo

, los agrauiauá. en no los querer oy:r en cosa algu–

na, ni admitir la suplicacion por ellos ynterpuesta

para ante Su Magestad. En esta forma y manera

los vezinos comenc;a1·on de hablar y murmurar

mucho contra el, como si de suyo lo hiziera; no

mirauan ellos que lo hazia por mandado de Su

Magestad, por lo qual, viniendo

á

su noticia, los

embió a llamar; los quales venidos les habló y

dixo assi: De como ellos no tenían

razo~

de azo–

rarsse, ni de quexarsse del, porque todo lo que ha–

zía no era de su propia voluntad, sino que su Ma–

gestad le auia mandado que executasse las horde–

nan<; as y las hiziesse guardar y cumplir sin em -

bargo de apelacion, pues en ello se hazia gran

s eruicio a Dios, en obuiar las vexaciones en que

estauan puestos los yndios de toda la tierra. Y