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- 22-

-

I

hombre~

in-0centes sin instrucción, que la Providencia

habí~

confiado·

á

sus cuidados.

~erf!ando,

cuyo . espíritu

est~ba debili~ado

por la enfermedftd,

sint~ó

en lo vivo es-

te reproché de impiedad,

que

en otras _circunstancias

hu-

qiera despreciadp.

.

. .Escuchó el discurso de Las Casas, dando muestras

d~

·

~gra;n arrepenti~iento

y

prometió ocuparse seriamente

en

buscar los medios para reparar

los

males

causadps~

Pero

ia. muerte le impidi6 ejeeutar

~ste

P,ropósito. Carlos de

Austria,

á quien

pasaba

la

corona de

~apaña,

l!esidía

en· -

tonces en sus Estados de los Paises Bajos.. Las (Jasas con

sn

·eelo acostumbrado, se disponía

á

partir para Flandes

á

fi;n

de

pred~sponer

el ánimo del joven Rey, cuando el

01:1irdena.l

Ji~enez

de Oisneros, nombrado

á

la sazón re–

gente del Rein-0, le ordenó que renunciase

á

su viaje

y

le

prometió atender . sus quejas.

._ . El

Cardenal consideró el

asunt~

con

la

atencion que

su

·impQrtancia merecia,

y

como su espíritu ard.iente se

inclinaba

á

los pr_oyectos mas atrevidos

y

ménos

vulga

~

res, el que adoptó

c~si inmediatame~te,

maravilló

á

los

Ministros españoles, acos-turnhrados

á

las lentitudes

y

for–

malid~des

de la administracion. Sin tener en cuenta ni

Iow

derecho's que reclamaba

D.

Diego Colón ni

las

reglas

establecidas por· el difunto rey, resolvió emv1ar

á

Améri·

ca

tres superintendentes de todas las Colonias con auto- _

rid~d

suficiente

·

par~

decidir sin

~pelacion

la gran cues–

tion de la libertad de

lo~

Indios despues que

hubier~n

examinado sobre· el terreno todas las circunstan'cias.

La eleccion de estos superintendentes era delicada. Todos

.los

seglares, tanto

lós

que- estapan

e~tablecidos

en

Amé–

rica como los que habian sido consultados como

mie~bros de la administracion de ese departamento, habían

e~puesto

su opinion

y

creian que los espftñ©Jes no podrian

conáervar

su

dominio ep el Nuedo Mundo,

á

ménos que

se

les pe!m1tiese tener

a

l_os

i~dios

en . servidumbre. .

·F;l

Cardenal creyendo, pues,

qu_e

no podía confiar en

,su im–

parcialidad,

se

determinó

á

depositar su conf;ianza en

~cle­

s~astícos.

.

Pero,

comq,

por otra parte, los

DÓmí~icos

y