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- 12-

Desde ent6nces

fué

el

defensor

de

lM

indios,

primero

en conversaeiones

privadas;

lu~go,

como abogado

público,

escribió en su

favor

la siguiente

disertacion:

Prinaipia

quredam ex quibus proceden

dum est

indíspu~acione

ad ma··

nifestandam et

defendendam justitiam Indorum.

En

1502. acompañó

al nuevo

gobern~<lor

de

la

Espa–

ñola, don Nicolas de Obando, con exclusivo objeto

de

protejer á los

·salv~jes.

El fué

desde luego

el

párroco

de

Cuba. Cuando

vió

con sus propios ojos

á

estos indios.

tan pacientes, tan humildes, tan mansos y-.simples,

per–

seguidos

con tanta

crueldad por los españoles, su corazon

se inflamo

de

indignacion santa. Escribi6 entónces

la

rela–

cion

de la

destruccion

de Jas

h1dias,

é

hizo en ella una

pintura

viva,

pero

no

exajerada

de

las

amarguras

que

s~

saboreaban

los pobres

indios con

el

pretexto de

reparti-

1

t/nentos,

que

solo

por

ironia podia decirse institucion

en

favor de estos desgraciados ......

Narró con

profunda

e·mo-

sion

los

varios homicidios

y

mas cruelllades ejecutadas

en las

provincias de

Cibao y

de

Ma.huana~

Pero

la

medi –

da de estas infamias

creci6 de un modo asombroso des–

pues de la

muerte de

Isabel

(1505).

Los españoles ejer–

cieron

actos

de

barbarie

nunca oída en San Juan

de

Puerto Rico

y

Jamaica (1509). De 600,000 indios deja–

ron

apen~s

200,

000

en

cada

una de estas islas.

Las

Casas

fué testigo ocuJar de las torturas que los habitantes de

Cuba sufrían bajo el conquistador Velásques, (1611);

y

salvó con la

enerjí~

de sus

representaciones

á 12

caci–

ques de la

hoguera.

El

conocimiento exacto que

Las

Casas tenia de

los

in–

dios le

inspiró

alta estirriacion de este pueblo desafortu–

nado

declarándose abiertamente

y

en todas partes

contra

los españoles

que

inmolaban

á

estas

inocente~

victimas

ante

el altar de

su

desenfrenarla codicia. Las órdenes ve·

nidas

de España

no

·se observaban en América: pues allá

se

mandaba la dulzura que

los

españoles juzgahan acá

perjudicial

á

sus

intere~es,

y

no se escuchaba nada

á

los

_Dominicanos que

predic9.ban contra

los repartimientos,

bajo cuyo pretexto se

soli

i

distribuir índios como

Ae

di ..

tribuia

esclavos,

ó

mejor,

com~

béstias,

dándoles

á

los con-