Número
10.º
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la suplicacion. Y en esto V. M. puede creer que el virey
tiene la culpa dello, porque ninguna cosa sabia tener se–
creta en su corazon, sino todo cuanto pensaba de hacer
decia públicamenté; lo . que de· noche pensaba decia de
dia; y esto es lo que lo echó á perder. Y los del Cuzco, por
estas cosas y por conocer su condicion, pedian quel au–
diencia real de V. M. se quedase y quel virey fuese
á
informará V. M.
·
Y estando en estos términos, acaeció que un domingo
en la noche
á
14 dias de setiembre, se salieron diez y
siete ó veinte de caballo y se fueron para la gente del Cuz–
co, porque todos tenian' sus corazones y voluntades con
ellos, y cada dia se le iba gente para ellos; y entre estos
se fueron dos deudos de Guillen Juárez, factor de V. M.,
y otros dos ó tres que posaban en su casa del mesmo fac-
·tor ~
Si el factor lo supo ó no, no hay quien lo sepa. Y
como se fueron, tañeron al arma
á
hora de media noche,
y como el virey supo los que se habian ido, envió á llamar
al factor y le dijo si le:parecia bien aquella traicion y como
lo tenia vendi'do; y el factor le respondió, que él era ser–
vidor de V. M. y que no era traidor. Y esto díjomelo un
clérigo que se halló presente
á
todo. Y el virey ·1e tornó '
á
replicar, y el factor le respondió que era tan servidor · _
de V. M. como él. Y coFpo el virey oyó estas palabras, azo–
róse mucho, y entónces él, ó sus criados por su mandad0,
lo mataron allí luégo sin confesion ni sin tomalle su di–
cho ni otra cosa ninguna; y arrebujáronlo en una manta,
y mandó
á
unos soldados que luégo lo llevasen
á
enterrar,
y así lo llevawn. Y fué tan grande el espanto y tristeza
que á todo el pueblo tomó en ver de la manera que lo
habia muerto, que todos andaban mustios y tristes. Y
luégo el lúnes mandó embarcar
á
los hijos del mar–
qués don Francisco Pizarro; y luégo el mártes habló
de embarcar
á
los oidores y á las mujeres del pueblo; el
fin para qué, no lo sé. Tambien se dijo este dia que que-
ria saquear la ciudad; esto yo no lo creo, porque en esta
no se usa verdad, sino engaños
y
falsedades
y
traiciones;
aunque todos los del pueblo no deja·ron de esconder y en–
terrar sus haciendas.