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Número

10. º

hiciera mal ni daño, especial en la persona del ':'irey, ' el

cual 'se fué con el licenciado Cepeda, en cuya casa es–

.tuvo muy seguro de los vecinos y soldados que le abor–

recian.

5

2

Fué muy servido , acatado y mirado todo .el

tiempo que allí estuvo; él de su voluntad dijo, que, pues

era aborrecido, quería irs.e á España; por su mandado

le llevaron á embarcar. Los que tenian á cargo los na–

víos no quisieron recibirle, án tes se alzaron con 6 ó 7 que

en el puerto habia , quemaron otros dos ·, y otros dos

echaron á fondo Gerónimo de Zurbano, Martin de Arau–

co y Diego Alvarez de Cueto, cuñado del virey,

1

y por su

mandato. Por lo que robaron cuanto en ellos babia, valor

de más de qo.ooo castellanos sin los navíos. (Los navíos

estaban

á

ca'rgo de Alvarez de Cueto; todo esto se cree

hizo segun la voluntad del virey.),

53 Al tiempo que los oidores salían de casa de María

de Escobar, do se recogieron aquella mañana por miedo

al virey, el licenciado Alvarez dijo:

«

Sedme testigos que

vamos á suplicar al virey no nos mate, prenda ni embar–

que

y

él se ponga á recaudo, porque la gente está amoti–

nada contra él; que no vamos par.a deservirle y enojarle;

y pena de muerte quien lo contrario intente.

>i

Repitiólo

á

voces al canton de la calle y en las gradas de la iglesia.

54

Y sin duda la gente matara al virey, si los oidores

no pusiesen tecaudo en su persona.

55 Ni podría estar ya seguro en la tierra, ni gober–

narla, pues le aborrecian tanto, que ántes se dejaran ha–

cer pedazos, que consentir su gobierno' segun decían pú–

blicamente.

56 Cuando alguno se oponía á su dictámen, poníase

tan feroz como si le faltase el seso, injuriaba, amena–

zaba, etc.

57 Era tan hablador, que los avisos que le daban, las

cartas, lo que intentaba, todo lo decia á la mesa por más

secreto que fuese.

58 Si más estuviera en el Perú, hubiera mil desgracias,

por manera que absolutamente convenía se fuese

á

España

á

informar

á

S.

M.

t