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VIII

ADVERTENCIA

Pero, pormás llena de dificultades..-nacidas del

asunto mismo-que se presente para nosotros esta

tarea, como decíamos en aquella ocasión, ese

estudio se impone como complementario, y aun

indispensable, si se quiere rastrear y darse cabal

cuenta de los elementos que hoy forman nuestra

sociabilidad.

Ofrece, sin embargo, esta historia todos los atrac–

tivos de una revelación. Mientras funcionaron los

Tl'ibunales del Santo Oficio) un velo impenetrable

cubría todos sus actos, sin que se pudiese tener la

menor noticia de lo que pasaba en sus estrados ó

en sus cárceles. Erigiendo como principio el más

absoluto sigilo para todos sus actos, los procesos

seguidos á los reos se sustraían en absoluto del

conocimient¿ de quienquiera que no figurase en–

tre sus altos empleados, castigándose

á

los viola–

dores con durísimas penas. Nadie podía emitir

una opinión cualquiera sobre sus decisiones, y,

salvo los autos de

á que el pueblo era invitado

á asistir y en que veía aparecer de cuando en

<.mando los infelices condenados á la abjuración ó

á la

muerte, nada trascendía

á

los contemporáneos.

Sin mandato expreso de los Inquisidores, á perso–

na alguna le era lícito dar al público, que no

á

la estampa) la relación de aquellas ceremonias; no

faltando ejemplo en Lima en que, aún con aquel

beneplácito, se intentase procesar á un encum–

brado personaje que para el caso había recibido

especial autorización.

A trueque de que nadie se impusiese del archi–

vo inquisitorial, cuando en virtud de órdenes su–

periores se exigía á los jueces alguna certificación,