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ral

Ang1es lo siguieilte----'·El dicho

D.

1-fartin

1ne

ha.

}) dicho

y

protestado mas de dos veces, con el mas vi–

))

yo setltinliento,

y

au·n con lágrin1as, que no pensaba,

)) ni tenia intencion

ui

n1otivo

para

hn,cer

setnejnnü~

)) retractacion; pero qne

fué

tal

la

eficácia

é

instancia

)) del obispo Palos durante muchos dias, que contra su

)) voluntad lo sedujo

y

rindió

á

que la hiciera con1o

el

>>

obispo quiso, :r:despues, por

las

misn1as instancias,

se

)) ha ratificado

n

ella.

D.

11artin es rnuy amante

de

)) su qnietad,

y

porque no le coja la torment a que ima–

»

ginada le asusta, se deja rodar

á

un despeñadero 'evi–

>>

dente.))

. Sin

duda

rruc

el

P.

Ohurlevojx no tenia noticia del

secreto de

las

jinnas en blanco,

y

pot eso se refiere

á

la

carta del obispo Palos al

rey,

escrita

con precaucion

y

sec1·eto.

N

uestros lectores saben ya el n1isterio, y has–

ta

donde llegaba

la

soez

y baj<t

cri1ninalidad de un

obispo qne, con vilipendio de su alta digrddad, asi se

entregaba

á

los jesuitas, sin reparar en Ja conciencia,

en que protqjia la injusticia,

y

en que insultaba al ino–

cente encarcelado.

Por lo que hace

á

los se

1

1t1Inientos 1nanifestados por

el

señor Antequera en sus últi1nos di as, no nos tengan

:l1nalnuestros lectores,

qno

clesconfiernos

de

la rela–

cion del

r.

Charlevoix, pues Jos padres jesuitas teniau

doctrin a para 1nentir sin pecar, con1o lo verán despues.

Fuera de esto, por los últiluos 1Uome11tos de la vida

no puede fm·n1arse la verdadera idea del carácter rle un

hombre.

El

señor Antequera había sido discípulo

de

los jesuitas, relacion

que

nunca olvidan

las

almas no–

b1es

y

Hgrndeciclas,

y

llmnaba frecuentmneute

á

la

con1pnñia sn

madre

v

maestra.

Y

o

ida la

sentencia de

111nerte,

yn,

que no pud]era

de~hacer

lo mucho que

su–

piera

en

el Paraguay de parte de sus enen1igos,

no

era extraño

que quisiese perdonarlos;

y

pues ca–

bía esceso

en

el

nwdo

ele defender una buena causa,

les pidiese perdon. Sobre todo,

si

los reos eran los

r)ersegui.dores jesuitas con

sus falsos test(gos

y

sus decla

Ciones calumniosas,

con1o

se

ha visto; y

si de

parte

do

Antequera pstaban

la verdad y la justijicacion patentes

al cielo,?) d los hmrnbres,

los hechos son incontestables

y ·

Yerdadcros, no

hay

ele que arrepentirse.

.

l26. Pero

la

nleiuoria_.cld

scfior

_A_ntcquera

no

que.