POR MANUEL M.
SALJ.ZA¡.
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principio, le ha.bían dado una muerte 'cruel
que solo sufrió en apariencia. Según las
promesas de Cristo, había mandado
á.
su~
discípulos el .Espíritu-Santo que·era el mis-
mo Mánes para que los instruyese y propa–
gase su doctrina. Además de estos errores
negaban los Maniqueos
e~
libre albedrío,
el pecado original
y
la necesidad del bau–
tismo; y prohibían el maitrimonio," Esta
secta se extendió rápidamente en Arabia,
Egipto, Siria
y
África;- contó entre sus pro–
sélitos á_San Agustín que después fué su
má.s terrible adversario;
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aparecer en los tiempos modernoe
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nombres de AJvigenses
y
Patarinos.
Cuatordecim~
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Hasta mediados del
sigle segundo existía en la Iglesia de Orien–
te la costumbre-, in roducida por los Judíos
convertidGs, de celebrar la Pascúa el día
catorce de Marzo;
y
tres días después la
Resurrección, que podía caer en cualquier
día de la semana: por el contrario la Igle–
sia de Occidente celebraba esta fiesta el
Domingo posterior al catorce de Marzo,
siendo esta diferencia causa de contínuas
disputas. Deseando San Policarpo Obispo
de Esmirna uniformar la disciplina,bizo un
viaje á Roma; pero nada pudo conseguir.
PosteriormentA se agrió la contienda, por
lo que el Papa Saa Víctor ameaazó con ex·
comunión
á
los orientales si no abandona–
baa una costumbre que,
á
más de tener un