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HIS'l,ORIA ECLESIÁSTICA.
ra; declaró que la jerarquía sacerdotal era
de institución divina; enseñó la verdactera
doctrina del pecado original,
de la
justifi·
caeióa
y
de la gracia;
fijó
el número de los
Sa<1ramentos; expuso la doctriQa de la mi–
sa,
del purgat.orio, de las indulgencias
y
del culto de los santos; finalmente dió mu–
chas leyes con el objeto de introducir una
sana
y
prudente reforma en las
costumbre~~
y
disciplina de la Iglesfa. Las disposicio–
nes del Concilio de Trento no fueron igual–
mente admitidas en todos los países cató–
licos: solo la Toscana, Venecia., Portugal
y
Polonia las, ad1nitieron en su totalidad; en
. España Felipe II las admitió salvo las re–
g alías d la co oda; en
Franciia
sólo fué ad–
roitido ·e
Q
1 ·
i~
en lo i·elativo al dogma,
l@ mis1no suc Clió en
Alettnam.iay
Hun–
gría.
Conci
ros
par
·
cula1·es.-Además dt> los
diez
Concilios generales la :Iglesia celebró,
' e11
está época, muchos
particula~es,
entre
los que s¡on. muy notables: el de Clermont,
en que se res0lvió la
primera
Cruzada; el
de Piza, que
tra.tóde poner fin al Gran
Cis–
ma de Occidente,
y
los de Milán convoca,
dos
y
presidid.ospor el Arzobiispo de esta
ciudad San Carlos
Borro,meo,
uno de los
varones más eminentes que ha tenido la
Iglesia
y
4iJ
11e
puede considerarse como
el restaurador de la disciplina eelesiás–
tica.