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,

184:

,

HIS'l,ORIA ECLESIÁSTICA.

ra; declaró que la jerarquía sacerdotal era

de institución divina; enseñó la verdactera

doctrina del pecado original,

de la

justifi·

caeióa

y

de la gracia;

fijó

el número de los

Sa<1ramentos; expuso la doctriQa de la mi–

sa,

del purgat.orio, de las indulgencias

y

del culto de los santos; finalmente dió mu–

chas leyes con el objeto de introducir una

sana

y

prudente reforma en las

costumbre~~

y

disciplina de la Iglesfa. Las disposicio–

nes del Concilio de Trento no fueron igual–

mente admitidas en todos los países cató–

licos: solo la Toscana, Venecia., Portugal

y

Polonia las, ad1nitieron en su totalidad; en

. España Felipe II las admitió salvo las re–

g alías d la co oda; en

Franciia

sólo fué ad–

roitido ·e

Q

1 ·

i~

en lo i·elativo al dogma,

l@ mis1no suc Clió en

Alettnam.ia

y

Hun–

gría.

Conci

ros

par

·

cula1·es.-Además dt> los

diez

Concilios generales la :Iglesia celebró,

' e11

está época, muchos

particula~es,

entre

los que s¡on. muy notables: el de Clermont,

en que se res0lvió la

primera

Cruzada; el

de Piza, que

tra.tó

de poner fin al Gran

Cis–

ma de Occidente,

y

los de Milán convoca,

dos

y

presidid.os

por el Arzobiispo de esta

ciudad San Carlos

Borro,meo,

uno de los

varones más eminentes que ha tenido la

Iglesia

y

4iJ

11e

puede considerarse como

el restaurador de la disciplina eelesiás–

tica.