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. .

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2

55

l~i6

á

la Trapa

para

sepultar~e

en la

_obscu-

Sigló,

rldad de este profundo retiro. Habiendo ob-

XVII.

~enido

del Rey la licencia de tener esta Aba-

Aía en

regla

y

c~tablecer

en ella la

reforma~

~éste

fué

el único objeto

de

sus cuidados.

No

nos

meterémos en el por menor de Jos obs...

1aculos

que

experimentó en la execucion

de

~ste

buen

designio ; solo ,dirémos

que

tuvo

que

v,encer todas las dificultades

que

pueden

~unirse p~ra

·detener una

emp~esa

de esta

~'tl~~ -

~raleza.

Todo se volvió contra él, sus ·· pro•

~ios

Religiosos acostumbrados

á

la

soltura~

y

á

la

falta de disciplina ,

y

los de

la

oh~

servancia '

comun del Cister,

á.

quienes

la

pa-

labra

reforma solamente era insoportable ,

y

tos

Superiores

ma

y

ores

d~

su Orden, y

Ro-

na,

y

los Tribunales ; pero su valor, su

~rudencia,

y

sobre iodo sus exemplos triun-

lron de

los obstáculos que le habian susci·

Ado;

y

aunque por su naturaleza la obra

que

neditaba

no pudo

tener

toda la extension '

~ue

hubiera

querido

darle ;

encerrada

en

los

:érminos

mas estrechos

llegó

acaso

á

ser mas

·

IÓlida

y

mas durable.

La

reforma

que el piadoso Abad estable..

~6

eri su casa es una observacion literal

y

igorosa

de la regla

de

San Benito. El géne""

ro de vida que

abrazó el Abad de la

Trapa,

y

,despues de él un sin número de

R.eli¡ioso¡

criados

tambien

en

_la

delicadeza.