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táncumente, como
por
encanto, en luceros brillantes:
y
se aumentan
tambien
en su número. Entóuccs no
tan
so–
lo están diseñadas ·las
molduras
del
templo,
sino
que
se
vé.n
flores,
guirnaldas, can:iélabrü's
y
otros capflchos,
mezclados con las primeras luces débile¡¡; al
prindpio.
El número de hombres
que
se.
emplea en esta·
Humifila·
c.10n se
acerca á
cuatrocientos,
y
el de lámparas
á
seis
. mil.
No
se pued
e C0!.1ccbir conrn se hace
con
tanta
rapidez
ese
cárnbio
de
luc.es, ni se
puede hacer
comprender
á
aquellos que
n
o hayan
visto la
maravillosa
iluminacion
do la cúpula de
San
Pedro á
cuánto
llegá
~u
belleza.
Antiguamente se hacian en la noche de1 ,Lúnes do Pas·
cua unos fuegos artificiales
sobre
el Castillo de Santo
Angelo, que 1
!amaban
la
Gfróndola.
Hoy se
hacen con
m~s
esplendidez sobre
el
monte Pincio
que
es un paseo
lindísimo con wrdines, estátuas, &a.
á
que
se
sube
con
comodidad en
carruaje,
y
á
que
concurre diariamente
bastante
gente.
Estos fuegos
son
tambien raros,
y
parece
que no
se
imitan· en otras
partes
Desde que comienzan hasta
que
acaban, durando mas de
una
hora, un
.gran
aparato
de
maderos, que en
muchos dias se
prepara,
est8
ilumi–
nado con fuego de colores, ya
representando
flores, ya
escudos,
letras,
figuras arquitectónicas
y
cnanto
pu~de
inventar
el arte.
Cada cámbio
de estas
decoraciones es
instantáneo,
y
aparte de esto, Jos
cohetes
'que
despi~
den
toman direcciones horizontales,
perpendiculares, &a.
tambien
en
armonia, sin
que
cese
un
momento
la
ilumi–
nacio11,
todo lo cual recomienda
el
adelanto
de
la
p1'.ro–
técn{ca.
Como la plaza del
popolo
está
abajo
del
Pincio,
ésta se
llena de
gente.
á
pesar
que
de cualquiera
parte
de
la
ciudad se goza.
de
los
fuegos por
la elevacion
en que
es–
tán. Para evitar desórdenes
y
atropellamientos,
desde
temprano hay
soldados apostados en las calles que
se
dirijen
á
la plaza,
y
no
se
permite
transitar
carruajeg en
esas direcciones desde las
ciuco
de la tarde. No habien·
do en Roma,
y
en
general
~n
Europa, tragin á bestia,
nfoguna
medida
se toma sobre
gente ·
de
á
caballo, por·
que no se vé uno.
·
¡