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presenta
en este instante
la
célebre plaza de San Pedro!
No es fácil esplicar las emuciones que produce en el co-
razon de los espectadores ......
El
Soberano Pontífice
rodeado de la aureola de su alta dignidad de Vicario de
Jesucristo en la tierra, se presenta al pueblo con
sem–
blante apacible, lleno de mansedumbre
·Y
resignacion,
cual padre amoroso,
á
bendeeir
á
sus hijos, sin buscar
primogénitos como Jacob. Todos al verlo, sin .escepcion
de profesiones religiosas, se arrodillan
y
reciben su ben–
dicion. Todos guardan respetuoso sileneio,
y
confiados
en su
fé,
escuchan esa vóz tan tierna como s0nora, que
revelando su caridad
y
mision divina, ·se deja percibir
en todo el <:imbitq
q~e
alcanza la vista; y, ¡cosa admira–
ble! .... cuantas vece$ se repite
la
solemnida~
de este
acto, otras tantas
es
acojida con igual i.·everencia, pro–
duciendo los mismos sentimientos de piedad en los que
tienen
la
dicha de presenciarla.
XLV.
ILUMIN:A.CIONDE
SAN
PEDRO.
El júbilo de la Iglesh al conmemorar la Resureccion -
de nuestro Salvador, despnes de manifesta.rlo en sus fun..
ciones religiosas, todavia quiere ostentarlo con demos..
traci~m
pública de otro género.
En la noche del Domingo de
Pa~cua,
el exterior de
San Pedro parece un edificio formado de brillantes. Cua· .
tro mil cuatrocientas lamparillas árden sobre la facha.·
da del templo desde el pavimento basta la Cruz con que
remata la cúpula. La combinacion es de tal manera, que
esas luces diseñan, no solo las formas arquitectónicas,
sino sus líneas, moiauras
y
demás partes
c~mponentes.
Al golpe del reloj dando las siete, aparece al instante
esta iluminacion artificiosamente combinada, que dura
una hora, pero es una 1uz débil aunque armoniosa, una
iluminacion sorprendente, pero que hace estrañar un no
sé qué.
Al tocar el reloj la última campanada de las ocl o,
esas luces que eran amortiguadas, se eonvierten simul-