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- 93 -

que la aalrndora doctrina de Cristo fuese propagada

en .todos Jos pnebJos de la tierra,

y

con ignnl esmero

vigilaron para que allí donde fuese recibida se con–

servase geunina

y

pura. Por eso es que, los Prela–

dos de todo el Orbe, ora cada ctud por

oí,

ora con–

gre~ados

en Sínodos, siguiendo la larga costumbre de

ras

iglesias

y

la forma de la antigua regla, pusieron

en conocimiento de esta Sede Apostólica principal–

mente los peligros que surgían en materias de

te,

con

el fin de qne fos danos de In fé fueran resarcidos alli

Jonde la

no puede sufrir mengna

(1). Y

los Roma–

nos Pontífices, segnn lo aconsejaban las circunstan–

cias de los tiempos

y

de Jas coi;as, ora en Concilios

Ecuménicos al efecto convocados, ora consultando el

parecer de la Iglesia dispersa en el orbe, yn por mc–

Jio de Sínodos particulares, ya por otros medies que

proporcionaba la divina providencia, definieron para

comun profesion de fé loque con el auxilio de Dlos co'

nocian ser conforme á las Sagradas Escrituras

y

á las

Tradiciones apostólicas. Puesto que el Espíritu Santo

no fné

prome~ido

á los sucesores de Pedro para que

con

su

revelacion publicasen nuevas doctrinas,

smo

para que, mediante su asistencia, gnardáran santa–

mente

y

enseñasen con fidelidad la 9ue habian reci–

bido de la revelacion hecha á los

A

postoles

y

por los

mismos se les babia confiado cual depósito de la fé.

Esta doctrina apostólica de los sucesores de Pedro

fué

la que abrazaron todos los venerables Padres

y

la qne

respetaron

y

siguieron

los

Santos Doctores ort(ldoxos,

porque sabían muy bien, que esta Silla de San Pedro

permanece siempre limpia de

todo error, conforme

á

la divina promesa del Señor nuestro Salvador hecha

al

príncipe de sus discípulos: eYo he rogado por tí, pa·

•ra que

110

falte tn

fé;

y

t(1

unn vez convertido, con..,

•firma

á

tus hermanos.•

Asi pues este carisma de \'erdad

y

de

siempre in·

deficiente

fné

conferido por Dios

Pedro

y

á sus su–

cesores en esta Cátedra, con el fin de que ejercieran

(1) San

Ilernordo,

Ephtola

190.