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es colocada en el puesto gloriosamente ocupado por la
Francia, no es justo.
Si sé habla de reformas que se piden á Roma,
y
si no
se dice uua palabra sobre los atentados acordados en
.
Torio, no es justo.
Si en las últimas palabras del Papa se descubre otra
cosa gue la legitima proclamacion de la Yerdad in:rnuta·
ble, que
la
necesal'ia condenncion de la libertad ilimita–
da, no es justo.
Si se olvida que la religion de Jesucristo es, ha sido,
y
será la divina bienhechora de los hombres, la consola·
dora
y
la reformadora del mundo, no es justo.
Vos, Dios mio, vos sois justo,
y
os confio mis penas,
mis esfuerzos
y
mis inquebrantables esperanzas.