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querido fundat•
el
despojo que sufeió el Sumo
Pontífice;
y
se la i11vocar·ia. mañnna para. legiti–
mar el nuevo despojo que se intenta, si Dios per–
mitiera su consumacion. Pero esta política, en
plena civilizacion cristiana, es absurda; porque
el cristianismo es la Religion fundada por el Ver–
bo Redentor, que, viendo consumada la ruiJ.1a
del linaje humano, se hizo hombre
y
murió vo–
luntariamente en la cruz para reparar esa ruina,
para elavar en esa misma cruz la. carta
ele
escln.–
vitucl que nos ligaba al servicio de Satanás
(1)
en
virtud del
heclw consumado
de su tentacion y de
la caída de nuestros primeros padres . La doctri–
na cristiana y la teoría de los hechos consuma–
dos se oponen, pues, y se excluyen absoluta–
mente.
Y la pretension de relegar al Sumo Pontífice
á
J
erusalem ¿merece aca so que nos detengamos
á
hacer palpable sn necedad? ¿No se ria aquel el
aislamiento de las Catacumbas? ¿Seria un centro
fiworable para esparcir por el mundo los purísi–
mos rayos de la doctrina r evelada? ¿Tendría allí
el Supre¡no Pastor la libertad que los católicos
apetecen, para creer sus enseñanzas independien–
tes de toda influencia estraña? ¿Ha podido Euro–
pa Ci'Ístiana,
has.tael día de hoy, rescatar siquiera
los Santos lugares de la dominacion de los tur–
cos? ¿Hay allí acaso la libertad de abjurar el
mahometisrno, y no está la tumba del Salvador
bajo la custodia de los hijos del
Cora~?
La igle–
sia griego--cismática ¿no despotiza allí visible-
[1]
Dele~s
quod adversus nos erat ehli·ocrraphum decreti, quod
e~a~
contrarmm nobis,et ipsum tulit de medio, affigens illud cruci.
Eptstola de San Pablo
<Í
los Colonenses, Cap. II,
.v.
14. .
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