I'
-v-
tar
la
yanagl0ria, en oxpresion de
8an
(Jrisóstomo, apodern.ndose
ele
a.genos discípulos, sin c1ue por ello dejase de prestar
n
minis–
terio, para perfeccionar lo hecho por
ot1·0.->-7Jr!l'dicationes
aliena'.
non erant,
sed
qi¿antnrn
ad niercedem
fonlmn
alience
( 9). El
mismo
.Apóstol explicaba su sentencia, cuando
si
1
1
embargo
tlc
haber ya
cristianos en Damasco,
á
los que quiso llevar presos
á
J
ernsalen
antes de su conversion, despues de ella les predicó en esa ciudad;
y
evangelizó tambien á los romanos en la epístola. que les escribió,
suponiéndolos ya cristianos,
y
lo habían sido por la predicacion de
Pedro
(JO),
En pocas palabras descifró él mismo su pensamien–
to, cuando dijo á !os Corintios, que "sobre
él
cargaban ocurren–
cias diarias,
a
causa del cuidado que tenia de todas las Ig1esias"–
instantia mea qnotidiana, sollicitudo omnimn Ecclesiarnrn:
palabras
que convienen
á
los <lemas .Apóstoles por confosien de Bela.rrnino.
Observa luego nuestro Cardenal, que "al hablar así el Apóstol,
no se contraía únicamente á las Iglesias que habia fundado, sino
que se refería
á
todas generalmente-de
omnibi¿s simpliciter:
que
segun San Crisóstomo, cuidaba San Pablo de toda la tierra;
y
que
esto mismo podía probarse por las epístolas que escribió
á
los Ro–
manos,
á
los Colosenses,
y á
los Hebreos, es decir,
á
pueblos don–
de no babia predicado,
y
que miraba sin embargo corno encargados
á
su svlicitud" (
11).
'l'raba.jaban pues todos los Apóstol1:s en el cuidado de todas
las Iglesias,
y
velaban eu su bienestar con un mismo espíritu, un
mismo honor, un mismo derecho
y
up mismo poder;
y
esta uniJad
cumplida les daba impulso en sus tareas, valiendonos
de
la expre–
sion de San l?irmiliano, obispo de Cesarea en Capadocia en el
¡;;iglo 3.
0
-ú
Domino missi si¿nt, 1¿1zitatis spirit1¿ velociter w,rren–
tes
(12).
Sipueseraniguales en honor
y
poderyderechos,yto–
dos cultivaban simultáneamente el campo de la Iglesia; luego, no–
temoslo de paso,
la
primacía de Pedro, en que era único, tenia
otro objeto, otra era su naturaleza, otras sus f'mrniones; es decir,
c¡ue el primado en su institueion no ha tenido la exhorbitancia que
despues le <lió la Curia.
7.
En vista de lo que acabamos de esponer, es sobremanera
chocante el discuso del Papa Inocencio III, que escribiendo al
Patriarca de Constantinopla, no dudaba decirle, que ''S. Pedro res–
pecto de los demas Apóstoles, así como el R. Pontífice respecto
de los prelados de las Iglesias, los han llamado
á
tener una parte
en la solicitud, co.nservando ellos su plenitud de potestad"-vo–
wtis sic cr.Bteris in partem soLhcitudinis,
1i,t
niltit eis de potestatis ple–
nitu,dine deperiret.
Y aludiendo
á
un pasage del Evangelio, donde
so refiere que Pedro se arrojó al mar, para venir hácia Jesucristo;
y
deduciendo de ahí, que el poder de Pedro es univerna1,
á
dife-