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do, que no solamente da

á

unos el sacerdocio, sino que tambien

comunica

otros la virtud y la fecundidad para multiplicar-

. lo" ( 6). Esto era lo qu@ diariamente pedían las I¡;lesias, porque

estas esan sus necesidades mas frecuentes

y

comunes, fuera rile los

casos pertenecientes al Supremo Atalaya, para la conservacion

del órden

y

de la salud en el cuerpo cristiano.

5. Mas no nos contentemos con em:nciar los hechos, ó las

graves é importantísimas funciones de los Obispos: subamos al

orígen

y

economía. de su gran poder; porque, segun

la

expresion

del citado escritor, debemos considerar en su principio el Episco–

pado, para conocer bien su naturaleza, virtud

y

majestad.

Ya hemos visto, que San Pedro llamó á Jesucristo Obispo

de las almas: San Pablo le daba el mismo nombre, cuando decía

á

los hebreos, que Cristo "no se arrogó la gloria de hacerse Pon–

tífü;:e, sino que se la dió su

Padre-appellatus

á

Deo Pontifex,

Pontífice santo, inocente, inmaculado; Pontífice de los bienes

fu.,

turos, por medio de un tabernáculo mas excelente

y

mas

perfec~

to.'' Este tabernáculo es, segun varios expositores, la Iglesia es–

tablecida por él, ó ese "tabernáculo verdadero, erijido por el Se–

ñor,

y

no por hombre alguno," como decia el mismo Apóstol (

7).

Pero, si la Iglesia es un edificio, todos los Apóstoles son su fun–

damento: si es el rebaño encerrado dentro de un

~prisoo,

todos los

Apó$toles son sus pastores: si es un campo, una viña, todos ellos

son operarios: si es una reunion de hombres expuestos

á

cometer

pecados, todos los Apóstoles

re~iben

la potestnd de perdonarlos

y

retenerlos, ó de atar

y

desatar las almas;

y

si antes tienen

nece~

sidad de ser instruidos en el Evangelio, todos los Apóstoles son

enviados

á

predicarlo,

y

á enseñar

y

bautizar á todas las jentes.

De

esta manera, la igualdad, la unida.d de conciert-o,

y

de interés

y

de oficio en

la

cultura del campo del Señor, donde todos traba–

jaban simultáneamente, servia para. acreditar

y

recomendar la

unidad de la Iglesia de Jesucristo, en expresion de San Cipria–

no;

y

de esta manera, digámoslo otra vez, se verificaba, segun la

sentencia del mismo ·Padre, que todos los Apóstoles eran iguales,

eran lo que Pedro; y ya fuese qne

á

todos juntos hablase J esu–

cristo, ó

á

todos en la p"ersona de Pedro, todos recibían igual ho-

nor, igual poder (8).

6. Los Apóstoles conocieron mejor que nadie el v:erdadero

sentido de las palabras de Jesucristo,

y

se dividieron para trabajar

• en diferentes partes do ese campo; pero sin perjuicio de hacerlo

tambien, cuantas veces fuese menester

ó

conveniente, en la parte

que algun otro habia cultivado, como constá de la historia. Si al–

guna vez dijo San Pablo, que él procuraba anunciar el Evangelio

~n

los lugares donde no lo babia sido anteriormente,

fué

por evi-