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con el nombre tle
filosofía
libertadora y regenerado–
ra, y ya con el timbre de
mcionalismo, comunismo
y
socialismo,
hicieron esfuerzos inauditos para llevar·
á cabo sus perversos planes tle hostilidad contra el
catolicismo y el ·órden social establecidos, entre los
escombros y regueros tle sangre que por do quier
derramaban, y á pesar de las leyes de los gobiernos
y
decretos de la Iglesia, que los anatematizaba. ¡Fe–
lices las naciones americanas, si se hubiesen visto
libres de esta plaga asoladora! J>ero , ¿podemos
li–
sonjeamos de esta dicha? ¡Ah! No satisfecho el ge–
nio del mal de henchir la atmósfera europea de esos
pestiferos miasmas, se dirigió con rápido vuelo
á
ultramar; y vemos hoy ¡qué espanto!
á
los tliscfpu–
los de los filósofos de Ginebra y Ferney, á los emi–
sarios de Sue
y
Proudhom instalar en la Nueva Gra–
nada el anárquico
é
irnpfo
socialismo,
hermano del
trernenrlo
comunismo;
y
ya de mucho tiempo en el
suelo peruano á los maestros del
}ansenismo
pre–
parar rl terreno á sus aliados.
Un hombre habia entre nosotros , cuya conducta
presagiaba algun misterio. Aislado del trato mun–
danal, austero en las costumbres , estudioso y me–
ditabundo, se le veia por largos años
y
con un afan
indecible registrar libros , y escribir. Este hombre
era
Vigil,
que , hacinando en seis volúmenes (qui–
zás con las mejores intenciones, que deseáramos po–
der salvar,) cuantos materiales pudiera recoger en
defensa del jansenismo moderno , y de varios erro–
res del protestantismo
y
de la filosofia incrédula ,