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so, que con mano robusta le aplastára. Existía por

desgracia á la sazon en el seno de la Iglesia católica

una porcion de hijos malcontentos, que, abrigando

só afectado celo un odio irreconciliable á todas sus

leyes é instituciones vigentes, y protestando humil–

de sumision sin jamás obedecer, trataban con hipó–

crita astucia de balagar

á

los principes y gobiernos

civiles encareciendo yabultando sus derechos y pre–

rogativas, para que teniéndolos ya de su partido, y

hecha la nefanda alianza con las falanges protestan–

tes y filosóficas, pudiesen á mansalva presentarse

contra el objeto de sus enconos en ademan hostil; y

derrocado este, dirigir sus tiros contra la misma au–

toridad secular , que tanto les embarazaba para la

consccucion de sus inicuos fines. Aplaudió la filo–

solla impía y revolucionaria del siglo pasado esa in–

opinada alianza con insanaalgazara, ymancomunan–

do sus principios cifrados en este :

odio

y

guerra

á

toda autoridad existente,

se lanzaron contra las dos

potestades; y la historia nos ha revelado en páginas

ensangrentadas cual era el norte de su marcha y el

fin de su confederacion .

Util hubiera sido para la sociedad y la religion,

que al rayar el astro civilizador del siglo

XIX

hubie–

se desaparecido ese grupo de negras y an1enazado–

ras nubes: pero, por desgracia no fué así; y hemos

visto con asombro en nuestros días sucederse las

tormentas unas á otras en la Europa, causadas por

las sectas aliadas, que, ora bajo pretesto dtl

''e(orma

de abusos y pretensiones de la Curia romana, ora