conlrnrio, son
hcn:jr~;
y
apú~!:ltns,
dignos de cas–
tigo, como reht" ldes
á
la autoridad
y
dictámenes de
ltt
Ip_lcsia, eu:;·o
roder desconocen. La apostasía
y
la
hel'<·jía no son
erílllt'Tlt'S
excusa hlcs ; nna
vez
que
jamás un c.\tólico puede encontrar 1azo1ws
fundadas
para
renegar de su rlligión,
ó
dudar de
las
verdades
que
é:<ta
enseiia.
Puede acontecer que uno que haya sido educa–
do en el protestm1ti>-lllO ó en otm confe¡;ión t:ristian·a,
proceda t:On sinceridad, en
sus creencias religiosas:
liJaS,
tal
co~a
no puede realizarse con el que, á sa–
biendas
y
f'ó lo á impulsos del error 6 de las pnsio–
ñes,
acepta
y
;;igue
¡Joctrinas
contrarias
al
dogma
e tcólico. El que carece de
la fo,
desprovi~to
de
su
luz di vina, alm1zn , tal
vez
por
ignorancia invenci–
bl¡,,
el error:
l
1
h<?rl'j e y
el
apóstata desprecian, por e l
contrm·io, lá.
fe; n :ebazan
lo.; d.ones de Dios, y se
dejan
atT:t~trm
por l os extravío:; de la razón: por
lo
mismo, no merecen excusa alguna. " Diversa es, en–
seña
d
Concilio Vaticano, la condición de aqudlos
que, por el dón celestial
de
la fe.
se
han ·:tdherido
á
'la verda(l católica,
y la de Jos
qu'e, coñducidbs
por opmiones humanas, sig uen
una
religión
falsa.
J<~n
efecto,
los que han recibido la fe, por el
ma–
gistel'io
de
la I glesia, no pueden tener jamás ningú.n
motivo justo para abandonarla, ó poner en duda la
misma fe"
(1).
"La Igle»ia, prosigue
el mismo
Concilio, "como 'un estamlarte
lev'l.ntado entre
las
naciones" [Is.
11, 12.],
atrae hácia si á
los queno
no tienen fe,
y
da
á
sus hijos la segnridad de que
la fe qne profesan descnnsa en un tirmísimo
funda–
mento.
A
este testimonio Re añnde el eficaz auxilio
de lo Alto ; porque ei Señor, misericordioso como es,
excita
y
ayuda con su gracia
á
los que yerran, para
que puedan venir al conocimiento de
la verdad;
y
á
los que han sido sacados - de las tinieblas, al goce
de su· admirable
luz,
los ' confirma
con
su gracia,
(1) Const. de ficlc cathol.
cap
S.