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THUÁ.DO. SE<lUNDO
CAPITULO XIX.
l\IOTlVOS PARA EVITAR PECADOS VENIALES, Y TENER DOL-OR
DE ELLOS.
No desprecies los pecados veniales
(1)
por ser pequeños si son
rimchos; porque gotas son ]as que caen de las nubes, y esas hacen
cJ'ecer t:.mto los arroyos, que los ha.cen ríos, y á los ríos mares, que
derriban los edificios, y arruinan populosas ciudades. Tú
qm~
di–
ces , que no hay que hacer caso de pecados veniales cuando los co–
m'etes, ¿no debes saber, que es esa blasfemia contra el Espíritu San–
to ('2)? Dime, ¿'qnisieras tú que te diP-ran tantas heridas pequeñas
•
·en .el cue1'po , y tantos piquetes en el vestido como peca.dos haces
veniales? Pues
~¡
no sufrieras esto en la carne, ui en la ropa,
¿
có–
mo lo consientes eli tu alma, y otros efectos, y daños mucho peo–
res? Si vieses á u'n hombre juntar muchos hacecillos de leila,
y
preguntado para qué los
j~mtaha,
respondiese muy contento, que
para encender el fuego en que
le
hahian ·de quemar, ¿no le tendrias
por loco? ¿Pues cuánto mas lo eres
tú,
haciendo _con tanto gusto
cosas que sirvan de leña, heno,
y
paja seca , con que se cebe
e1
fuego ei1 qirn te has de abrasar en el purgatorio? Huye, pues, de ellos, ·
porque te hago saher, que los
pe~~ulos
veniales, ya que no quitan ·
la-gracia, que es vida del alma, quítanle su
pn,
quietud su her–
mosma,
y
su entera salud : entorpecen los sentidos; los ojos no ven
hiei1 la cfüina
11.lz;
los oidos no oyen los llamientos de Dios; las
manos,
y
los pies cou dificultad se mueven para las obras de cari–
dad; el gusto está entregado para gustar las cosas del cielo; quí–
tanle la devocioR , entíhianla en el amor
'le
Dios ; háceula perder el
nso frecuente de los sacramentos; e11ílaquéccnla para guardar la di–
vin.a ley; pónenla
á
peligro de pecar mortalmente , disgustan al An ·
gel Custodio; apaga1rel foi·l' or 1le la carida1l; i1npi11cn
c-1
aumeuto
de
ra
gracia,
y
efe
la gloria, por no ohra1; lo r¡ue pudiera con que
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