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DESPUES DE PENTECOSTES.

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has disipado mi caudal , que empleas muy mal el dine ro

que te he entregado,

y

que tienes muy poco cuidado de

las cosas de mi casa. Ya no puedo servirme mas de un

hombre de que todo el mundo murmura. Disponte para

darme las cuentas de tu administracion , que no puedo

confia.rte mas el cuidado de mis negocios. Es facil de com–

prender el sentido moral de esta parábola.

z

Quién ·no

sabe que todos nosotros somos deudores al Señor , que

todos somos sus arrendadores

y

ecónomos? Todos los bie–

nes que poseemos son suyos: suyos somos tambien _nos–

otr~s,

y

debemos un dia darle cuenta no solo de los bienes

exteriores que tenemos

á

nuestra disposicion , como son

ricas herencias, fu11dos de tier·ra , rentas crecidas ; sino

tambien de nuestro tiempo, ·de nuestra salud, de nuestros

talentos, de las facultades de nuestro cuerpo

y

de nuestra

alma , y finalmente de todo cuanto tenemos ,

y

de toda

cuanto somos : son estos unos bienes , son unos fondos,

que debemos hacerlos redituar, y de que hemos de dar–

le cuenta. ·

Et hic dijfamatus est apud illum.

¡Infieles ad–

ministradores! ¡Qué pocos somos los que no seamos acu–

sados delante de él de haber disipado los bienes que había

depositado en nosotros,

y

de haberlos empleado

y

gastado

mal! No necesitamos mas acusador que nuestra concien–

cia.

Redde rationem villicationis tuce:

Dame cuenta de lo

que has recibido. A la hora de la muerte, al momento de

nuestro juicio particular , recibirá cada uno de nosotros

esta órden: gentes del mundo, dadme cuenta del uso que

habeis hecho de vuestra salud, de vuestro tiempo, de vues–

tros talentos: grandes del mundo, dadme cuenta de esas

grandes haciendas, de esos erppleos distinguidos, de esa

autoridad , de esa magnificencia; eclesiásticos , dadme

cuenta de esas gruesas 'rentas, que eran el patrimonio de

los pobres,

y

de que vosotros no érais sino unos meros

administradores, de esos talentos con que debíais haber

negociado ,

y

que debíais haberlos hecho redituar ; reli–

giosos , religiosas , dadme cuenta de todas las ventajas

temporales y espirituales que en vuestro estado habeis

re~

cibido de mi bondad. Todos hemos recibido cuanto te–

nemos

y

cuanto somos; y todos debemos un dia dar cuenta·

de lo que se nos ha entregado. ¡Buen Dios, qué de perso–

nas desgraciadas, por no tener qué responderá este cargo!

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