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_ DE CliARESMA.

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xe fe de otro pueblo mas crecido

y

menos dificil de gober –

nar. Al oir esto Moyses, se postró delante del Señor,

y

lo

conjuró con las mayores veras, que tuviese á bien perdo–

nar á un pueblo que habia libraclo tan poderosamente y de

un modo tan maravilloso del cautiver io de Egipto, que no

di~se

lugar con el castigo ·á los gitanos

y

demas enemigos

de su santo nomh>re de triunfar en perjuicio de la verdade–

ra religibn,

y

de .insultarles, diciendo, que no los había

sacado de su cautiverio sino para hacerlo

perece r en los

montes : le suplicó asímismo, que se <i;Cordara de las pro–

mesas que habia ·hecho á Abrahan, á Isaac

y

á Ismael en

favor de su posteridad;

y

en fin, que se· dignase suspender

los funestos efectos de su justo enojo.

¡.Cuántas saludables instrucciones, cuántos misterios

contiene este hecho histórico! Un-pueblo nacido en el se–

no de la verdadera religion, amado de Dios, colmado de

sus beneficios, testigo de tantos prodigios como se habian

obrado en su favor á sus propios ojos, no bien ha perdi–

do de vista á su conductor, cuando se olvida de D ios ,

y

cae en la mas grosera idolatría.

i

De qué no es.capaz el

hombre cuando se entrega á su propio

espíritu~

i

Y qué

funestos efectos no produce tarde ó temprano un largo co–

mercio con los

infieles~

Lacorrupcion del espíritu pasa bien

pronto al corazon;

y

corrompidos entrambos, se pierde

el temor de

Dios,

se borra la memoria de sus beneficios,

y

se caen en las mas horrendas abominaciones. Se pregunta,

por que dixo Dios á Moyses,

Dimitte me ut irascatur fu–

ror meus:

Déxame seguir los movimientos de mi indigna–

cion; voy á exterminar á estos malvados, á este pueblo

ingrato

é

infiel. Es la, r azon, porque la misericordi a de

D ios a

bog

aba, por decirlo así, en favor de estos pecado·

res con

t.ra

su.justicia. Quiere Dios perdonarlos; pero quie–

re que

se l

o supliquen. Dixo Dios á Moyses: Déxame que

los castigue: es, dice Teodoreto, como si tácitamente le

dixeraen-otro sentido: deten mi enojo con tus oraciones. No

di ria déxame castigarlos; si no que los castigaria, si no quisie–

ra perdonarlos. Diciendo Dios á Moyses,

dé~ame

que los ex–

te rmine, le da ocasion,

y

le inspira el deseo de suplicarle,

y

le hace comprender el poder que tendrian la.s súpli–

cas que hiciese por éllos

(Lib.

9. ). Reconozcamos en esto

el poder

y

la eficacia,

y

yo añado, la necesidád que t cne-

.

Rz