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_ DE CliARESMA.
259
xe fe de otro pueblo mas crecido
y
menos dificil de gober –
nar. Al oir esto Moyses, se postró delante del Señor,
y
lo
conjuró con las mayores veras, que tuviese á bien perdo–
nar á un pueblo que habia libraclo tan poderosamente y de
un modo tan maravilloso del cautiver io de Egipto, que no
di~se
lugar con el castigo ·á los gitanos
y
demas enemigos
de su santo nomh>re de triunfar en perjuicio de la verdade–
ra religibn,
y
de .insultarles, diciendo, que no los había
sacado de su cautiverio sino para hacerlo
perece r en los
montes : le suplicó asímismo, que se <i;Cordara de las pro–
mesas que habia ·hecho á Abrahan, á Isaac
y
á Ismael en
favor de su posteridad;
y
en fin, que se· dignase suspender
los funestos efectos de su justo enojo.
¡.Cuántas saludables instrucciones, cuántos misterios
contiene este hecho histórico! Un-pueblo nacido en el se–
no de la verdadera religion, amado de Dios, colmado de
sus beneficios, testigo de tantos prodigios como se habian
obrado en su favor á sus propios ojos, no bien ha perdi–
do de vista á su conductor, cuando se olvida de D ios ,
y
cae en la mas grosera idolatría.
i
De qué no es.capaz el
hombre cuando se entrega á su propio
espíritu~
i
Y qué
funestos efectos no produce tarde ó temprano un largo co–
mercio con los
infieles~
Lacorrupcion del espíritu pasa bien
pronto al corazon;
y
corrompidos entrambos, se pierde
el temor de
Dios,
se borra la memoria de sus beneficios,
y
se caen en las mas horrendas abominaciones. Se pregunta,
por que dixo Dios á Moyses,
Dimitte me ut irascatur fu–
ror meus:
Déxame seguir los movimientos de mi indigna–
cion; voy á exterminar á estos malvados, á este pueblo
ingrato
é
infiel. Es la, r azon, porque la misericordi a de
D ios a
bogaba, por decirlo así, en favor de estos pecado·
res con
t.rasu.justicia. Quiere Dios perdonarlos; pero quie–
re que
se lo supliquen. Dixo Dios á Moyses: Déxame que
los castigue: es, dice Teodoreto, como si tácitamente le
dixeraen-otro sentido: deten mi enojo con tus oraciones. No
di ria déxame castigarlos; si no que los castigaria, si no quisie–
ra perdonarlos. Diciendo Dios á Moyses,
dé~ame
que los ex–
te rmine, le da ocasion,
y
le inspira el deseo de suplicarle,
y
le hace comprender el poder que tendrian la.s súpli–
cas que hiciese por éllos
(Lib.
9. ). Reconozcamos en esto
el poder
y
la eficacia,
y
yo añado, la necesidád que t cne-
.
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